miércoles, 29 de febrero de 2012

Carl Gustav Jung: “Recuerdos, Sueños y Pensamientos”








Recuerdos, sueños, pensamientos (título original en alemán Erinnerungen Träume Gedanken) es un libro parcialmente autobiográfico del psicólogo suizo Carl Gustav Jung en colaboración con Aniela Jaffé. El libro detalla la infancia de Jung, su vida personal y la exploración de la psique.

Publicado después de la muerte de C.G. Jung, este libro supone, más que la biografía del autor, una más que interesante ventana a la génesis y elaboración de su obra: a los acontecimientos psíquicos que llevaron a Jung a sentar las bases de su fenomenología del inconsciente, a la idea de los arquetipos, a formular la idea del inconsciente colectivo, el proceso de individuación, a su práctica como terapeuta -de la que se exponen algunos casos sorprendentes-, a su visión de la evolución de la conciencia, a su interpretación del lenguaje de los sueños, al mundo de los símbolos.

Desde de su formación como psiquiatra y de su intensa y abrupta relación con Freud, pasando por su experiencias "transpersonales", sus crisis y visiones, las relaciones con otras figuras emergentes de la psicología de la primera mitad del siglo XX. Pero en este libro no sólo encontraremos recuerdos, acontecimientos pasados, descripciones, viajes y encuentros, sino que como anuncia el título, en él también se dan cabida las visiones que llevaron a Jung a la elaboración de su obra, así como pensamientos, es decir, opiniones y puntos de vista acerca de muchos aspectos relacionados con su trayectoria y sobre los que durante su vida y en sus libros no dejó constancia.

Este testimonio más íntimo convierte al libro en una pieza importante tanto para expertos sobre su obra como para aquellas personas que desean aproximarse a ella sin un disponer de un conocimiento previo, pues encontrarán una introducción a sus teorías desde el mismo 'lugar' en el que se originaron: en la mente de Jung.

Interesante desde la primera página a la última, este es un libro que fascinará tanto al interesado en la psicología, como en la cultura en general, en los eac (estados no ordinarios de consciencia), la simbología de la mente inconsciente, como al proceso de relación entre la ciencia y el universo del lenguaje mitológico, que vuelve a abrirse paso durante el siglo XX.

Valioso no sólo desde el punto de vista de la psicología individual, sino también como análisis del proceso psíquico por el que atraviesa occidente durante el s. XX y XXI.


I. INFANCIA

“La religión teológica no podía servirme para nada, pues no correspondía a mi experiencia de Dios. Sin esperanza de saber, exigía creer. Esto lo había intentado mi padre con grandes dificultades y había fracasado en ello. Mal podía mi padre defenderse contra el ridículo materialismo del psiquiatra. ¡Esto era también algo que debía creerse exactamente como la teología! Yo estaba más seguro que nunca que a ambas les faltaba tanto la crítica del conocimiento como la experiencia.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 117-118)

Carl Gustav Jung nació en 1875, en Kesswil (Suiza), junto al lago Constanza. Su familia es de ascendencia alemana y de tradición eclesiástica (su padre era pastor luterano), sus padres pertenecieron a dos importantes familias de la Basilea del siglo XIX.

El abuelo paterno de Jung, Carl Gustav Jung (1794-1864), médico exiliado de Heidelberg, organizó la facultad de medicina de la Universidad de Basilea, donde enseñó anatomía y medicina interna, y la ampliación de su hospital general. Todo esto gracias a su relación de amistad con A. von Humboldt. Sería también el rector de dicha universidad, conocido dramaturgo y Gran Maestre de los francmasones suizos. También dirigió una institución psicológica para niños con déficits psíquicos.

El abuelo materno, Samuel Preiswerk (1799-1871) fue arcipreste de la iglesia de Basilea, filólogo autor de una gramática hebrea, y precursor y promotor del sionismo. El Romanticismo estaba continuamente presente en el hogar, con aparición de espectros y demás fenómenos parapsicológicos.

El padre de Jung, Paul Achilles (1842-1896) abandonó su carrera de filólogo en lenguas semíticas para ejercer como clérigo. Ampliaría su labor en la clínica psiquiátrica Friedmatt de Basilea desde 1888. Fallecería meses después de que Jung iniciara su carrera de medicina en la Universidad de Basilea.

Su madre Emilie Preiswerk (1848-1923) se caracterizó por tener una personalidad marcadamente disociativa (incongruente) que determinó enormemente el rasgo intuitivo de Jung.

Un primer hermano de Jung, Paul, nacido en 1873, fallecería al poco tiempo. En 1884, y con nueve años de diferencia, nacerá su única hermana, Johanna Gertrud, que moriría en 1935.

De niño fue introvertido y muy solitario. Aunque la relación con sus progenitores era muy próxima y afectuosa, desde temprano sentiría cierta decepción por la manera en que su padre abordaba el tema de la fe, a la que consideraba tristemente precaria.


II. ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

“Me inclinaba por lo primero a causa de mi especial formación en anatomía y por mi predilección en anatomía patológica, y lo más probable era que hubiese optado por ella si hubiera dispuesto de los necesarios medios económicos.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 132).

Durante su adolescencia y juventud fue un lector entusiasta, especialmente cautivado por la obra literaria de Goethe. También era profundo su interés por los ensayos de filósofos como von Hartmann y Nietzsche. En su autobiografía, describe el acercamiento a la obra de este último Así habló Zaratustra como una experiencia conmocionante, sólo comparable a la inspirada por el Fausto de Goethe.


Jung anhelaba estudiar arqueología en la universidad, pero su familia carecía de recursos para enviarlo más lejos de Basilea, donde no dictaban esa carrera, por lo que (contra los deseos de su entorno) decidió estudiar medicina en la Universidad de Basilea, entre 1894 y 1900, y pudo ingresar en una asociación estudiantil, la Zofingia, a la que ya había pertenecido. El estudiante, antes introvertido, se volvió mucho más vívido en el nuevo contexto académico. En 1898 comenzó a reconciliarse con su futura profesión de médico con la convicción de que debía especializarse. Disponía de dos opciones: cirugía o medicina interna.

Se conformaría finalmente con la modesta posibilidad de trabajar como asistente en un hospital local con la finalidad de evitar contraer deudas para poder estudiar.

Durante las vacaciones de verano, acontecieron dos sucesos los cuales irían conformando el destino y evolución profesional de Jung. La ruptura por la mitad de una mesa redonda de nogal, con setenta años de antigüedad, en presencia de su madre, hermana y criada, y catorce días después, un aparador, mueble originario del siglo XIX. En su interior se hallaba la cesta del pan, rectangular, dispuesta de tal modo que en una esquina se encontraba el mango del cuchillo y en las otras tres, los tres trozos en que había quedado dividido el utensilio. Descartándose causalidades al uso, supieron de ciertos familiares inmersos en prácticas espiritistas, y de una médium de poco más de quince años, los cuales decían querer ponerse en contacto con él.

Todo ello atrajo el interés de Jung, generando a lo largo de dos años la elaboración de su propia tesis doctoral Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos, realizada con el profesor Eugen Bleuler en la facultad de medicina de la Universidad de Zúrich en 1902. Aun cuando se aludía a una tal “señorita S. W.”, en realidad se trataba de su prima Hélène Preiswerk. (http://www.ignaciodarnaude.com/contacto_alienigena/Jung%20y%20Fenomenos%20Ocultos,M.Garrido.pdf)

En la clínica, Friedrich von Müller sustituyó al viejo Immermann, se propuso a Jung el cargo de ayudante en Múnich, hacia el final de sus estudios. Todo parecía inclinarse hacia la práctica de la medicina interna, si no fuera porque la mano del destino unida a la curiosidad le hicieron ojear el Manual de psiquiatría del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing.

“Me hallaba en la más viva excitación, pues fue para mí como una fulminante revelación de que no había para mí otra meta más que la psiquiatría. Sólo aquí las dos corrientes de mi interés podían confluir y encontrar su cauce por medio de un declive común. Aquí se hallaba el campo común de las experiencias de los hechos biológicos y espirituales, que por todas partes yo había buscado sin encontrarlo. He aquí, por fin, el lugar en que el cruce entre mi naturaleza y espíritu era ya un hecho.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 137).

El 10 de diciembre de 1900 ocuparía su puesto de ayudante en la clínica psiquiátrica de Burghölzli durante tres años, dejando atrás Basilea y marchando gustoso a Zúrich. Como comentará, “durante medio año me encerré para habituarme a la vida y al espíritu de un manicomio y me leí los cincuenta volúmenes de la Revista general de Psiquiatría desde sus orígenes, para conocer la mentalidad psiquiátrica”. “En tales condiciones comenzó mi carrera de psiquiatra, mi experimento subjetivo del cual nació mi vida objetiva”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 141-142).


III. ACTIVIDAD PSIQUIÁTRICA

“Me di cuenta más de una vez que en tales pacientes se oculta en el trasfondo una «persona» que debe definirse como normal y que en cierta medida es testigo. (...) En los enfermos mentales sólo es visible exteriormente la trágica destrucción y sólo excepcionalmente la vida de aquel aspecto del alma que se nos oculta.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 156-158-159)

Ante la pregunta “¿qué sucede en la enfermedad mental?”, Jung se encontrará por entonces, dado el estado de avance de la disciplina a inicios del siglo XX, con una labor de abstracción de la personalidad enferma y un reduccionismo dirigido a diagnósticos, descripción de síntomas y estadísticas.

La psicología del enfermo mental y su correspondiente individualidad implícita eran inexistentes.

De ahí que el posterior encuentro con Sigmund Freud le ayudase a revertir dicha tendencia, sobre todo a través de la psicología de la histeria y del sueño. Freud insertaba en la psiquiatría cuestiones de la psicología, aun siendo realmente neurólogo.

Será en este contexto donde comience a elaborar y aplicar su famosa prueba de asociación o experimento de asociación de palabras ("Método de Asociación de Palabras" o "Asociación Libre de Ideas"), recordando con ello el caso de una joven melancólica e infanticida, diagnosticada de esquizofrenia grave. El resultado obtenido catorce días después fue el alta hospitalaria y que nunca más fuera internada.

Recapitula Jung diciendo que la verdadera terapéutica comienza con la investigación de la “historia personal secreta” de la persona aquejada por su enfermedad; su averiguación debe remitir al profesional hacia lo consciente, pero también, y sobre todo, a lo inconsciente, con lo que el ensayo de asociación, la interpretación de los sueños y el contacto humano con el paciente son de vital importancia. Todo diagnóstico debe ir acompañado por tanto de dicha historia personal antes de recabar en la correspondiente solución psicoterapéutica.

En 1905 se doctoró en psiquiatría, pasando simultáneamente a ser médico jefe de la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich durante cuatro años, hasta su renuncia en 1909, debido al exceso de trabajo. Conservaría sin embargo su cargo de profesor auxiliar hasta 1913. Por entonces focalizaba su interés en psicopatología, psicoanálisis y la psicología de los pueblos primitivos.

Se interesó a su vez en la hipnosis, así como en las figuras de Pierre Janet y Théodore Flournoy.

El caso de la dama de cincuenta y ocho años en apariencia curada milagrosamente de su parálisis dolorosa en la pierna izquierda y en su espalda convenció a Jung de la inoperancia real de la hipnosis al descubrir que ésta podía explicarse en su mayor medida por la teoría de la transferencia. Y es que la madre proyectaba en la figura del psicoterapeuta el “ideal” de un hijo aquejado psíquicamente y que además se ubicaba en la propia clínica.

El hecho de obrar a ciegas, y su consecuente incertidumbre, además de incluir una postura “directiva” indeseada, hizo que Jung, al igual que hiciera Freud, descartase la hipnosis como método terapéutico y se dirigiese hacia la interpretación de los sueños y de otras manifestaciones de lo inconsciente.

De 1904 a 1905 fundará en la clínica psiquiátrica un laboratorio de psicopatología experimental, de donde surgirá tanto la prueba de asociación como los experimentos psicogalvánicos (detector de mentiras que registra las alteraciones cardiacas que producen el miedo y la vergüenza), para ser posteriormente invitado, en 1909, por la Universidad de Clark a exponer sus trabajos. También Freud sería invitado de modo independiente, recibiendo ambos el grado de Doctor Honoris Causa.

Por entonces se iniciarían sus sospechas respecto del origen “psíquico” de la esquizofrenia. Diversos casos, sobre todo el de Babett S., le llevarían incluso a comprender por vez primera el lenguaje de las personas aquejadas de dementia praecox.


IV. LOS PRINCIPIOS DE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA

“La psicoterapia y los análisis son tan distintos como los mismos individuos. Yo trato a cada paciente lo más individualmente posible, pues la solución del problema es siempre personal. Las reglas válidas en general sólo se pueden formular cum grano salis (con cierto grado de escepticismo). Una verdad psicológica es solamente válida cuando se puede cambiar. Una solución que a mí no se me ocurra puede ser para otro precisamente la correcta. Naturalmente un médico debe conocer los denominados “métodos”. Pero debe evitar el anquilosarse en lo rutinario. Las premisas teóricas sólo deben aplicarse con mucho cuidado. Hoy quizás son válidas, mañana pueden serlo otras. En mis análisis no juegan ningún papel. Intencionadamente no soy sistemático. Frente al individuo no hay para mí más que la comprensión individual. Para cada paciente se requiere un lenguaje distinto.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 161-162)

Enfatizará Jung la imposibilidad en dar una respuesta terminante acerca del método analítico o psicoterapéutico ideal. La terapéutica en cada caso es distinta y la curación debe surgir del propio paciente de manera natural.

Se trataría a través de un diálogo entre dos personas que se interrelacionan e influyen mutuamente. Se eliminaría de este modo un hipotético desequilibrio en favor del médico “sano” frente al “enfermo” al cual se le va a aplicar una determinada metodología. Ello requeriría, por parte del terapeuta, alcanzar la madurez suficiente como para afrontar una psicoterapia, así como una apertura a toda expresión cultural que incluya la diversidad de lo humano: simbolismo, mitología, entre otros.

Es más prioritaria la comprensión individual que la confirmación teórica, y como condición sine qua non, “el propio análisis individual del psicoterapeuta”, o “análisis teórico”, huyendo nuevamente de una aplicación metodológica aprendida. Se tendería así hacia la asimilación del conocimiento humano inmerso en un horizonte donde el alma incluye el mundo y sus concepciones colectivas dispersas en el espacio y en el tiempo. De lo contrario, la persona analizada perdería un fragmento de su alma, del mismo modo que el analista el fragmento de su alma que no aprendió a conocer. En definitiva, el analista debe dejar que su análisis le afecte personalmente, descartando metodologías e incrementando su propia autenticidad.

A dicha autenticidad debe unírsele el hecho de que muchos casos podrán alcanzar la cura sólo si existe una entrega o renuncia absoluta a uno mismo, “entregarse con todo su ser”; el psicoterapeuta deberá decidir si implicarse o encerrarse en su propia autoridad.

Dada su implicación ineludible, no solamente debe atender la transferencia [1] del paciente, sino también su correspondiente contratransferencia (conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste), es decir, cómo reacciona él mismo al proceso conjunto con el analizado, y todo ello desde dos vertientes:

  • · A nivel consciente. (Lo consciente designa al conjunto de vivencias de las que el sujeto puede dar cuenta mediante un acto de percepción interna.)
  • · A nivel inconsciente, observándose a sí mismo, sus propios sueños, etc. (Es el conjunto de los contenidos reprimidos que son mantenidos al margen, apartados de la conciencia, aún cuando ellos muestren una permanente efectividad psíquica e intensa actividad a través de mecanismos y formaciones específicas.)

De todo ello depende el éxito o fracaso del tratamiento, de ahí que cada terapeuta debería tener a su disposición el control ejercido por una tercera persona, para recabar así otro punto de vista. El mismo Jung alecciona a disponer “un padre o una madre confesora”, preferentemente mujer debido a su “mayor capacidad para ello, su excelente intuición y oportuna crítica. Ven aspectos que el hombre no ve”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 165)

La relación entre analista y paciente puede generar en determinadas ocasiones fenómenos parapsicológicos, sobre todo ante la existencia de transferencia por parte del analizado, o una identificación inconsciente entre ambos. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 168)

No siempre es correcta la “cooperación» del psicoterapeuta con el paciente y sus afectos, a veces es necesaria una intervención activa”.

Respecto de los casos en que no resulta mejoría, todo juicio resulta difícil dado que muchas veces el efecto acontece al cabo de los años. “Un juicio sobre el ‘éxito’ es difícil de emitir”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 175).

Para muchos pacientes de nuestros días a los que se les ha calificado de neuróticos, tal denominación resultaría innecesaria si viviéramos en épocas donde el ser humano se vinculaba a través del mito con el mundo del misterio, y a través de este con la naturaleza viva, aquella que no se contemplaba meramente desde lo externo. Tales “neuróticos facultativos” son víctimas del desdoblamiento anímico contemporáneo, no soportan “la pérdida del mito”, ni la consecuente sustitución de la vivencia de la naturaleza por una cosmovisión externa definida en nombre de la ciencia, así como la confusión entre sabiduría y discurso intelectual. Su “cura” radica en cerrar el abismo entre el yo y lo inconsciente.

“Quien ha experimentado profundamente en sí mismo este desdoblamiento es más capaz de lograr una mejor comprensión para estos procesos anímicos inconscientes e impedir aquel típico peligro de desorbitación que amenaza al psicólogo. Al que no conoce por propia experiencia la influencia nefasta de los arquetipos le será difícil sustraerse de tal influencia negativa cuando la confronte en la práctica con su experiencia. Sobrevalorará o subestimará todo esto, porque posee sólo una noción intelectual, pero no una norma empírica. Aquí comienzan los peligrosos extravíos, el primero de los cuales es el intento de usurpación intelectual. Tiene por objetivo secreto sustraerse a la influencia arquetípica y en beneficio de la auténtica experiencia de un mundo conceptual aparentemente asegurado de modo artificial, pero meramente bidimensional, que aspira a ocultar la realidad de la vida con las llamadas ideas claras. La desviación hacia lo abstracto despoja a la experiencia de su sustancia y le presta el mero nombre, que a partir de entonces suplanta a la realidad. Nadie está obligado a un concepto y tal es precisamente la conveniencia buscada que promete protección frente a la experiencia. Pero el espíritu no vive de los conceptos, sino de los hechos. Las meras palabras no sirven para nada, lo único que se logra es repetir este proceso hasta el infinito.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 176-177)


V. JUNG Y FREUD

“Un rasgo de su carácter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica. Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar —así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía amenazado por la «negra avalancha», él, que había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 185)

Desde el inicio de su carrera psiquiátrica se interesó por los estudios de Eugen Bleuler, Pierre Janet, y sobre todo, Sigmund Freud. La creación de un método de análisis de los sueños y su interpretación resultaron muy valiosos en la comprensión de la sintomatología psicótica.


A la edad de veinticinco años inició Jung la lectura de La interpretación de los sueños (Traumdeutung, 1900), confesando una suficiente inexperiencia como para poder corroborar por entonces todas las teorías de Freud. Tres años después reinició su lectura y pudo ya hilvanar la relación con sus propias ideas. Especialmente dos:
  • · Lo que más le interesó a Jung fue la aplicación del concepto de represión como mecanismo de defensa, trasladado desde el campo de la neurosis al de los sueños. Y es que en sus propios experimentos de asociación de palabras, también Jung hallaba represiones a la hora de emitirse respuestas ante la sugerencia de determinados términos: o no se producían o el tiempo de reacción era comparativamente amplio. El experimentador se hallaba en este caso ante un complejo del paciente, lo cual no hizo más que constatar las mismas conclusiones a las que llegara Freud desde lo onírico.
  • · Sin embargo, ya desde sus inicios Jung mantuvo su oposición a que la causa de la represión se hallara en el trauma sexual. Constantemente podía corroborar en su propia consulta cómo existían numerosos casos que no se avenían a la sexualidad como etiología.

En el contexto académico de aquella época, Freud era considerado persona no grata, con lo que Jung se hallaba en una difícil situación si pretendía hacer explícitas sus coincidencias y apoyar así la teorización freudiana. Podía proseguir con su propio trabajo y prometedora carrera sin Freud. A pesar de todo “me declaré públicamente a favor de Freud y combatí por él”.

Lo hizo ante un congreso en Múnich sobre neurosis forzadas, dado que el nombre de Freud fue deliberadamente silenciado. Jung escribiría en respuesta en 1906 un artículo para el Semanario médico de Múnich ensalzando la teoría de la neurosis de Freud dada su contribución a las “neurosis forzadas”, recibiendo como respuesta sendas cartas de advertencia de que su futuro académico peligraría proporcionalmente a su persistencia. Jung continuó manifestándose a favor, aunque manteniendo en discordancia la etiología sexual en las neurosis.

Sería por estas fechas cuando comenzaría el intercambio de correspondencia entre ambos autores, iniciando Jung el envío de su obra Estudios diagnósticos de la asociación, 1906. En 1907 le enviaría también Sobre la psicología de la demencia precoz. El intercambio epistolar proseguiría hasta la fecha de su separación, 1913.

Será gracias a este último trabajo de 1907, incomprendido también entre sus propios colegas, el que propiciaría el primer encuentro entre Freud y Jung, a expensas de una invitación del primero en Viena. Es en este momento cuando se suele rememorar la sorpresiva pero explícita circunstancia de que en fecha de febrero de 1907, a la una del mediodía, “hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por así decirlo”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 181)

Impresionó profundamente a Jung que para Freud la sexualidad significara un numinosum, impresión confirmada tres años después (1910) en una conversación nuevamente en Viena.

“Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable contra la negra avalancha del ocultismo.” (Sigmund Freud, 1910. Recuerdos, sueños, pensamientos, 183)

Jung llegaría a decir de Freud que fue un prisionero de un punto de vista, “una figura trágica, pero un gran hombre”.

Retomando la hipótesis del Poder de Alfred Adler, Jung establece una relación entre Freud y Nietzsche, de tal modo que si en Freud se produce una deificación de Eros, en Nietzsche ocurrirá lo mismo respecto de la voluntad de poder, dado que Eros y Poder serán dos principios antagónicos pero complementarios que el ardid de la historia del espíritu había querido que fueran ensalzados.

Pero toda numinosidad lleva implícita en su reivindicación su propia destrucción, toda numinosidad es verdadera en cierto aspecto e incierta en otro. “La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez”.

De este modo, si Freud hubiera apercibido el carácter numinoso de la sexualidad no hubiera generado un reduccionismo biológico, y Nietzsche, al adentrarse en lo numinoso implícito a la Voluntad de poder, hubiera dado más importancia a los fundamentos de la existencia humana, sin la necesidad de un Superhombre.

Siempre que el alma debido a una experiencia numinosa es sometida a brusca oscilación existe el peligro de que los hilos de los que cuelga se rompan. Un hombre cae en un «sí absoluto» y otro en un «no absoluto». Se tiende a los extremos como verdad. De ahí la necesidad del concepto de nirvana, dice el oriente: «libre de los dos». “No nos hemos dado cuenta siempre de lo que significa que no exista nada en absoluto, si una consciencia pequeña —¡oh, tan efímera!— no ha observado algo de ello.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 187)

“Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, porque este pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la ‘monotonía del significado’ se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 185)

“Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: “Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados catalíticos”. “¡Bah —dijo él—, esto sí que es un absurdo!”. “Pues no”, le respondí, “se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido”. Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido en la biblioteca! Freud me miró horrorizado. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 188).

Cuando Jung visitó a Freud en 1909 en Viena le preguntó qué pensaba acerca de ello. Recibiría un más que predecible rechazo desde un prejuicio materialista que remitía al absurdo, todo ello desde el positivismo más superficial. Sin embargo, “...transcurrieron todavía algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la parapsicología y la autenticidad de los fenómenos ‘ocultos’”.


VI. ESTADOS UNIDOS

El 27 de abril de 1908 Jung participó en el Primer congreso de psicoanálisis, realizado en Salzburgo, también denominado Primer congreso de psicología freudiana o Primer congreso internacional de psicoanálisis. Jung presenta la “Teoría freudiana de la histeria”.

El mismo año compra unos terrenos en Küsnacht, frente al lago de Zúrich y se propone la construcción de una casa de tres plantas. El 28 de noviembre de dicho año nace su único hijo varón, Franz.

En marzo de 1909 se publica el primer número de la publicación “Anuario internacional de investigación psicológica y psicoterapéutica”, siendo Jung su editor. Renuncia a la clínica Burghölzli y se muda a su nueva casa en Küsnacht donde residirá hasta el resto de sus días.

El mismo año, Jung es invitado a la Clark University (Worcester, Massachusetts) del 6 al 11 de septiembre, para dar unas conferencias sobre los ensayos de asociación de palabras. Freud sería también invitado de forma independiente, acompañándoles Sándor Ferenczi. Recibirían el Doctor Honoris Causa el día 11. Se encontrarían en Bremen. Allí acontecería otra famosa anécdota referente a un desmayo de Freud ante el interés puntual de Jung acerca de las “momias del pantano”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 189) Freud creía que Jung le deseaba la muerte inconscientemente.

Un segundo desmayo acontecerá en el Congreso psicoanalítico de Münich de 1912, cuando se disertaba acerca de Amenofis IV. Nuevamente revoloteaba la fantasía sobre el asesinato del padre, dentro de la relación transferencial entre Freud y Jung.

Si a todo ello sumamos que Freud había aludido con anterioridad acerca de su deseo de que Jung fuera su “sucesor y príncipe heredero”, y que éste no se hallaba en la tesitura que permitía satisfacer tal demanda, tanto por discrepancias teóricas como por el desinterés que le producía el prestigio personal consecuente, no es difícil recabar una explicación a tales desmayos de carácter “histérico”.

El viaje a Estados Unidos duró siete semanas, durante las cuales permanecían juntos todos los días y se analizaban sus sueños. Ante algunos de los más importantes de Jung, Freud no supo qué interpretación darles, incluso uno de ellos parecía constituir una especie de introducción a la obra de Jung Transformaciones y símbolos de la libido, así como la primera oportunidad que se le presentó a Jung para formular su concepto de inconsciente colectivo. (Recuerdos, sueños, pensamientos. El sueño se encuentra en la página 192). Un concepto de inconsciente a priori del inconsciente personal, en el que, al contrario de Freud, no cabía nada arbitrario ni intención engañosa alguna.

Sin embargo, Jung supo completar el análisis de un sueño de Freud, para lo cual requería de su sinceridad y de la comunicación de algún detalle de su vida privada. Freud respondió: “El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 191). Jung entendió con ello que Freud anteponía la autoridad personal a la verdad. El final de la relación estaba ya consolidada.

Del sueño de Jung emergió su antigua afición a la arqueología, derivando hacia el estudio del simbolismo y mitología de los pueblos antiguos. De hecho, en octubre de 1909 Jung escribe a Freud: “La arqueología, o mejor dicho, la mitología, me ha atrapado”, interés palpable hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Durante dicho estudio hallará la obra de una joven americana, Mss. Miller, quedando impresionado por el carácter mitológico de sus fantasías. Conjuntamente a su conocimiento sobre mitos surgirá Transformaciones y símbolos de la libido. (http://www.psicologia-online.com/ESMUbeda/Libros/Suenos/suenos3.htm)

Del 30 al 31 de marzo de 1910 se llevaría a cabo el Segundo congreso internacional de psicoanálisis, en Núremberg, siendo designado Jung presidente permanente de la recién fundada Asociación Psicoanalítica Internacional (API) (renunciará en 1914).

Ya en agosto de 1911 se publicó la primera parte de Transformaciones y símbolos de la libido, contenido que en sí no conllevaría aún ningún disenso con la ortodoxia freudiana, pero ya Jung va dejando entrever en sus memorias lo siguiente: “Ahora lo veía claro. Él mismo (Freud) tenía una neurosis y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. (...) Había visto que ni Freud ni sus discípulos podrían comprender qué significaba el psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más opción que retrotraerme a mí”.

Hacia 1912, Jung termina “El Sacrificio”, última sección de la segunda parte de Transformaciones y símbolos de la libido, sabiendo de antemano que lo expuesto le costaría su amistad con Freud. “Tenía que exponer allí mi propia noción del incesto, la transformación decisiva del concepto de la libido, además de otras ideas por las que me diferenciaba de Freud” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 201). Se lo comentó a su mujer, estuvo dos meses preocupado y sin tocar pluma. Finalmente se decidió a escribir y le costó la amistad con Freud.

Freud se siente disgustado con los descubrimientos que Jung le va transmitiendo, y así su correspondiente relación epistolar comenzó a reflejar la creciente tensión entre ambos.

El 25 de febrero de 1912 Jung funda la Sociedad de intereses psicoanalíticos, encaminándose con ello hacia su propia versión del psicoanálisis. En septiembre pronuncia unas conferencias en la Universidad de Fordham de Nueva York. El tema será el psicoanálisis y sus diferencias con Freud, fundamentalmente:
  • · la represión no da cuenta de todos los estados,
  • · las imágenes inconscientes pueden tener un significado teleológico,
  • · la libido, o energía psíquica, no es exclusivamente sexual.

A su vez, y durante el mismo mes, se publica la segunda parte de Transformaciones y símbolos de la libido, donde Jung propone que el incesto alude más al simbolismo que a la literalidad.

En el año 1913 se producirá la ruptura definitiva con Freud. La separación afecta profundamente a Freud; Jung está destrozado. Consecuencia directa de dicho estrés fue la contribución a un colapso nervioso que amenazaba ya desde 1912. Renuncia por tanto a su puesto en la Universidad de Zúrich, aparentemente porque su consulta privada ha aumentado mucho, pero es más factible que fuera debido a su estado de salud. Durante dicha época se instalarán en Zúrich Edith y Harold McCormick, dos filántropos norteamericanos, siendo ella analizada por Jung, y convirtiéndose en la primera de varios patrocinadores ricos y muy generosos.

A continuación se reproduce un extracto de la carta que Freud envió a Jung en 1913, en medio de la crisis que afectaba la relación entre ambos: la imagen de abajo corresponde precisamente a esta carta; parte del texto traducido es aquél que aparece resaltado en el original.

“Su alegato de que trato a mis seguidores como pacientes es evidentemente falso.... Es una convención entre los analistas que ninguno de nosotros debe sentirse avergonzado de su propia neurosis.... Pero uno [refiriéndose a Jung] que, mientras se comporta anormalmente, sigue gritando que es normal da sustento a la sospecha de que le falta asumir su enfermedad. En consecuencia, propongo que abandonemos nuestras relaciones personales enteramente”. Sigmund Freud, 1913.

A partir de este año se iniciará en Jung su segunda etapa vital y de desarrollo tanto personal como profesional.


VII. EL INCONSCIENTE

"Entonces tuve un momento de extraordinaria lucidez, en el cual abarqué con la mirada el camino seguido hasta allí. Pensé: ahora posees la clave de la mitología y tienes posibilidad de abrir entonces todas las puertas que dan a la psiquis humana inconsciente. Pero entonces alguien susurró en mí: “¿Por qué abrir todas las puertas?”. Surgió entonces la cuestión de qué era lo que yo había logrado hasta entonces. Había explicado los mitos de los pueblos primitivos, había escrito un libro sobre los héroes, sobre el mito en el que desde siempre vive el hombre. “Pero, ¿en qué mito vive el hombre de hoy?”. “En el mito cristiano, podría decirse”. “¿Vives tú en él?”, me preguntaba. Si debo ser sincero, no. No es el mito en el que yo vivo. “¿Entonces ya no tenemos mito?”. “No, al parecer ya no tenemos mito”. “¿Pero cuál es, pues, tu mito, el mito en que tú vives?”. Entonces me sentí a disgusto y dejé de pensar. Había llegado al límite. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 204-205)

Seguidamente, en 1914, el psiquiatra suizo dimitió de su cargo en la API y organizó, junto con Alphonse Maeder, las bases de la llamada Escuela de Zúrich. Después de separarse de Freud comenzó para Jung una época de inseguridad interior y de desorientación, un período de turbulencia emocional, exacerbado por las noticias emergentes de la Primera Guerra Mundial, que tuvieron sobre él un efecto devastador, aun cuando radicara en la Suiza neutral. Henri Ellenberger calificó la experiencia de Jung como una “enfermedad creativa” y la comparó con el mismo período para Freud, al que definió en términos de neurastenia (la “neurastenia” es el trastorno caracterizado por un cansancio inexplicable que aparece después de realizar un esfuerzo mental. Suele tener como consecuencia una disminución en la eficiencia para realizar o resolver tareas cotidianas y, si se mantiene el trastorno durante un tiempo prolongado, puede llegar a causar trastornos depresivos o de ansiedad) e histeria (se manifiesta en el paciente en forma de una angustia al suponer que padece diversos problemas físicos o psíquicos).

A un análisis inicial de sus sueños, fantasías diurnas y contenidos del pasado, siguió la aceptación del desconocimiento de lo que le sucedía. Así pues, decidió “abandonarse conscientemente a los impulsos del inconsciente”. De ello derivó la necesidad del juego, la construcción y edificación infantiles como elementos preliminares en el hallazgo de su propio mito.

Hacia otoño de 1913, Jung alude a una deslocalización de su sintomatología interna de carácter psíquico. Es entonces cuando tiene varias alucinaciones que irán repitiéndose a lo largo del tiempo. La deducción diagnóstica a la que llegaría tras todo el cúmulo de episodios de aparente carácter psicopatológico (signo o síntoma que se puede encontrar formando parte de un trastorno psicológico) sería la del inicio de una psicosis (pérdida de contacto con la realidad), consecuencia directa de la ruptura con Freud y sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes familiares existentes incursionando en lo disociativo. Durante la primavera y principios del verano de 1914 volverían a sucederse episodios similares de carácter catastrofista, pero esta vez en forma de tres sueños sucesivos. El 1 de agosto estallaría la Primera Guerra Mundial y con ella la confirmación del carácter premonitorio de su sintomatología.

Sería el 12 de septiembre de 1913 cuando “me decidí a realizar el primer paso”. Decidió por tanto confrontar los contenidos de lo inconsciente y con ello alumbrar un proceso iniciático concomitante donde llegará a descubrir la existencia de algo más alto que la voluntad del Yo y a lo cual había que someterse. Jung debía sacrificar su ideal y su actitud consciente. Poco a poco irían surgiendo diversas representaciones arquetípicas: el Héroe (Sigfrido, la serpiente negra: Sigfrido dejó que la sociedad absorbiera sus rasgos de caballero convirtiéndose en una persona indecisa, carente de códigos, amistosamente pobre y falto a la verdad. Ha herido sentimientos y se oculta ignorando a las personas que lo aprecian), la Sombra, el propio Yo como complejo, (el Viejo Sabio [2] Elías [3], Filemón [4], el Ka egipcio [5]) y el Ánima (Salomé [6]).

Tras una gradual transformación, en 1916 Jung sentiría la necesidad ineludible de escribir, sintiéndose “impulsado desde dentro a formular y expresar lo que podría haber dicho Filemón”. Será por tanto desde dicho arquetipo desde donde surgirá la imperiosa obligación a transcribir el manuscrito de los Siete sermones a los muertos [7]. (http://www.libreopinion.com/members/treus_fest/sermones_ad_mortuos.htm)

Filemón y otras figuras de la fantasía me llevaron al convencimiento de que existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 218.)

Será Filemón la imagen deseada por Jung en esos momentos de perturbación y desorden, “una sabiduría y un poder supremos que me desenmarañasen las espontáneas creaciones de mi fantasía”. Quien, por un lado, representase la vía de expresión de los “siete sermones”, y quien, por otro, diera lugar a una recapitulación teórica y a una validación de la existencia autónoma de los arquetipos, más allá de los complejos, extendiendo a lo “colectivo” la adjetivación “personal” de lo inconsciente freudiano.

En definitiva, todo ello constituyó un “prólogo” de lo que tenía que comunicar al mundo sobre lo inconsciente. Además del manuscrito de los Siete sermones a los muertos elaborado en 1916, Jung fue transcribiendo sus experiencias entre 1914 y 1930 en su famoso Libro Rojo, publicado por primera vez en 2009. (http://www.jungcolombia.com/2011/03/el-libro-rojo-de-jung-en-pdf.html)


VIII. GNOSTICISMO, NEOPLATONISMO Y ALQUIMIA

“Desde 1918 hasta 1926 me ocupé seriamente de los gnósticos, pues también ellos tropezaron con el mundo primitivo del inconsciente. Captaron sus contenidos e imágenes, que manifiestamente estaban contaminados por el mundo de los impulsos. Es difícil, sin embargo, decir hasta qué punto comprendieron las imágenes, a causa de la escasez de noticias posteriores, que, por lo demás, hemos de agradecer a sus adversarios, los padres de la Iglesia. Pero no es probable, en ningún caso, que tuvieran una concepción psicológica. Respecto a mis interrogantes, los gnósticos estaban muy lejos en el tiempo para que pudiera relacionarme con ellos. La tradición entre gnosis y actualidad me pareció rota y durante mucho tiempo no me fue posible hallar el puente entre el gnosticismo —o neoplatonismo— y la actualidad. Sólo cuando comencé a comprender la alquimia reconocí que por medio de ella se produce la vinculación histórica con el gnosticismo, que por la alquimia se constituye la continuidad del pasado hasta la actualidad. Como filosofía de la edad media, la alquimia tendió un puente lo mismo con el pasado, concretamente con el gnosticismo, que con el futuro, con la psicología del inconsciente.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 238-239).

Para Jung, el análisis del inconsciente ya se había implantado al inicio de la segunda mitad de su vida. Añade que necesitó aún veinte años más para comprender los contenidos de sus imaginaciones. Pero que lo fundamental en su obra fue hallar “la prueba de la prefiguración histórica de las experiencias internas”. Es decir que, para confirmar sus ideas, debió buscar sus premisas en la historia. En ello desempeñó un papel fundamental su hallazgo de la alquimia.

El establecimiento de la psicología del inconsciente fue llevado a cabo por Freud a partir de dos motivos clásicos pertenecientes al gnosticismo:
  • · la sexualidad;
  • · la autoridad paterna nociva: pasaríamos de Yahveh y Dios creador, al mito freudiano del padre primitivo superyóico.

Sin embargo, será precisamente la evolución hacia el materialismo, anticipada ya por la alquimia al ahondar en la estructura de la materia, la que impide ver a Freud el espectro completo del gnosticismo: “la pre-imagen del espíritu como otro Dios supremo”, (...) “quien envió la crátera, el vaso de las transformaciones espirituales, en auxilio de los hombres”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 239) La crátera era un recipiente repleto de espíritu enviado por el Dios creador a la tierra para bautizar a aquellos que deseaban alcanzar una consciencia superior, un útero simbólico de renovación y renacimiento espiritual. (Recuerdos, sueños, pensamientos 239-Nota 1)

Se trataría en definitiva de la existencia de una carencia fundamental en el mito patriarcal y falocéntrico freudiano, y es la ausencia de lo femenino que se vislumbra como principio en la figura gnóstica de la crátera, pero también en el catolicismo, al sustentar una unilateralidad de lo masculino hasta la bula papal de Pío XII, que proclamaba el dogma de la Asunción de María en 1950.

Del mismo modo que en el mundo protestante y judío permanece inalterable la figura paterna, en la alquimia sin embargo, se mantuvo un principio femenino equiparable al masculino, de ahí que uno de los principales símbolos alquímicos femeninos fuese el vaso en el que se producían las transformaciones de la materia.

Jung comenzó a comprender la esencia de la alquimia a través del texto alquímico chino que Richard Wilhelm le envió en 1928: El secreto de la Flor de Oro.


Sin embargo el acceso al complicado lenguaje e imaginería alquímicos se le resistía y lo dejaba por imposible. Llegaba a decir: “¡Dios mío!, ¡qué absurdo! Eso no hay quien lo entienda”.

Hasta que se dio cuenta que predominaba el simbolismo en toda la disciplina, y recordando el célebre sueño en que quedaba atrapado en el siglo XVII, concluyó: “¡Sí, así es! Ahora estoy condenado a estudiar toda la alquimia desde el principio”.

Continuó con el Rosarium philosophorum (1550), (http://www.hermeticum.net/txt/rosarium/rosarium.htm) y decidió procurarse un diccionario explicativo con referencias cruzadas ante la utilización de expresiones diversas con un sentido que no acababa de comprender. Poco a poco llegó a entender el sentido de las expresiones alquímicas, lo cual le llevó más de una década. Terminó dándose cuenta, en definitiva, de que la psicología analítica concordaba con la alquimia, considerando su descubrimiento el equivalente histórico a la psicología del inconsciente. (http://www.youtube.com/watch?v=QGoCu0OY6hs&feature=related)

De ello se extrae la existencia de un proceso de transmutación arquetípica que evoluciona durante los siglos, de ahí el Fausto de Goethe, o el mismo proceso de individuación en Jung. Se trata de un proceso suprapersonal, un “mundus arquetipus”. Es precisamente a través de la alquimia como Jung se percató de que el inconsciente es un proceso dinámico, recíproco y bidireccional entre el yo y los contenidos de lo inconsciente, verificable a nivel individual, por los sueños y las fantasías, y a nivel colectivo, en los diversos sistemas religiosos y en la transmutación de sus símbolos.


En su obra Psicología y alquimia (1944) corrobora que su etapa de 1913 a 1917 se correspondía al “proceso de transmutación de la alquimia”, y que la relación entre el simbolismo inconsciente y la religión cristiana se ejemplificaba con el concepto alquímico de “Lapis”, la piedra, como figura paralela a Cristo, así como con el “aurum non vulgi” y con la “viriditas” de los alquimistas. Con ello verificaba Jung la existencia de un “Cristo alquímico”, “anima mundi” o “filius macrocosmi”, la inmanencia del “antropos” viviente en todo el mundo, “Cristo como unificación de materia espiritualmente viva y físicamente muerta”.

En Aion: Contribuciones al simbolismo del sí-mismo (1951), plantea la figura histórica, el hombre Jesús. La mentalidad colectiva de la época o constelación arquetipal, la prefiguración del “antropos”, se abatió sobre él; el hijo del hombre, o hijo de Dios, se enfrentaba al señor de este mundo. El hecho de que Jesús se convirtiera en el “salvador mundi” tuvo que ver con la suma de una proyección colectiva procedente de una constelación arquetipal histórica sobre “una personalidad de talla aventajada”.

La desposesión individual y colectiva de toda autonomía e independencia espiritual en la época de César, encuentra su paralelismo en la masificación contemporánea, que también añora el regreso de un salvador, en este caso bajo la forma de “un hijo de la técnica”, hallándose sus manifestaciones bajo la apariencia de la expansión mundial del fenómeno ovni, tal y como detalla en su obra de 1958 Un mito moderno. De cosas que se ven en el cielo.

También observó Jung en la alquimia la “coniunctio”, o “unificación”, concepto paralelo al de transferencia, eje central tanto en psicoanálisis como en psicología analítica.

Su obra Respuesta a Job se encuentra ya contenida implícitamente en Aion, al ser Job una prefiguración de Cristo, unidos por la idea del sufrimiento. El antagonismo de Dios, su ambivalencia, el lado oscuro y numinoso de la imagen de Dios, fundamenta la obra, a raíz del cuestionamiento de público y pacientes, y sin pretensión alguna de proclamar verdad metafísica alguna, a diferencia de lo que llegó a opinar la teología. Jung llegaría a decir “Algo se obstina en mí y no quiere ser el pez mudo”. Existe (...) “la idea de la criatura que supera al creador por margen escaso pero decisivo”.


Finalmente, su obra Mysterium coniunctionis: investigación sobre la separación y la unión de los opuestos anímicos en la alquimia (1955-1956), se constituye en el culmen de la confrontación entre la alquimia y la psicología analítica. Vuelve a exponer el tema de la “transferencia”, pero sobre todo realiza una síntesis final entre alquimia y psicología profunda.

“Sólo con Mysterium coniunctionis mi psicología se situó definitivamente en la realidad y se cimentó históricamente como un todo. Con ello mi tarea estaba terminada, mi obra hecha y concluida. En el instante en que logré mi objetivo accedí a los límites más extremos de lo para mí concebido científicamente, a lo trascendente, la esencia del arquetipo en sí, más allá de lo cual ya no es posible expresar nada más en el aspecto científico.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 267)


IX. EL RETIRO AL LAGO

En 1921 se publicará su obra Tipos psicológicos (http://www.adepac.org/P05-2.htm) donde desarrollará sus ideas de la existencia de dos actitudes de la psique: introversión y extraversión, así como cuatro funciones: pensamiento, sentimiento, sensación e intuición. También se incluye en dicha obra la primera alusión a su concepto central del sí-mismo como objetivo de desarrollo psicológico.

Simultáneamente sería durante esta época cuando comenzó a retirarse a Bollingen, su segundo hogar o residencia.

En 1922 adquiere en propiedad unos terrenos a orillas del Lago de Zúrich.

En 1923 muere su madre. Jung aprende a esculpir piedra y, con escasa ayuda profesional, inicia la construcción de su segunda casa caracterizada por un sólido torreón. Más adelante lo complementará con un vestíbulo, otra torre y un anexo. Descarta la instalación de electricidad y teléfono. Denominará al edificio simplemente “Bollingen”. Será durante el resto de su vida su lugar de retiro, tranquilidad, renovación, meditación y experimentación personal.


X. VIAJES

En el curso de la primera posguerra, Jung se convirtió en un viajero del mundo, gracias a los copiosos fondos que obtuvo por las ventas de sus libros, honorarios y dinero percibidos por haber alcanzado el status senior en las instituciones médicas para las que trabajaba. Los lugares que visitó fueron los siguientes: (Recuerdos, sueños, pensamientos, 493)

África del Norte (1920)
Relatará que su encuentro con la cultura árabe le llegará a impresionar poderosamente. De dicho encuentro extraerá su confrontación con el arquetipo de la sombra, no la individual, sino la colectiva, aquella que es reprimida en la psique inconsciente por parte del europeo y su presunta consciencia civilizada.

La esencia emocional de aquellas culturas que viven de afectos, reviven en lo “civilizado” una parte de nosotros que no conviene negar, sino conservar y confrontar, dado que todo tiene un objetivo y un sentido, y toda nuestra psique se dinamiza en relación con la economía de un Todo. La consciencia siempre es “parcial”.

Nuevo México
Nuevamente confrontará la crueldad histórica del hombre blanco, nuestra verdadera naturaleza humana, con su descompensación favorecedora de la “cabeza” y no del “corazón”, tal y como le fue expresado, de la colonización en nombre de la avidez.

Jung se encontró con un pueblo cuya religión y el ejercicio de su culto eran inaccesibles y un misterio para el hombre blanco extranjero, precisamente como instrumento de resistencia y persistencia en el tiempo frente a éste. Sin embargo, paulatinamente descubrió una identificación divina con el sol, así como un simbolismo de la montaña y del agua. Se consideraban a sí mismos como “hijos del padre sol”, cuya religión ayudaba a su padre a recorrer el cielo cada día; si no, existiría una noche eterna. Su culto involucraba por tanto a toda la humanidad.

Compara entonces Jung el racionalismo europeo que nos aleja del mundo místico y la pérdida consecuente que ello conlleva.

Kenia (1925)
En el transcurso del viaje relata Jung un «sentiment du déjà vu» muy vivo al ver sobre un pico rocoso una figura delgada y negra, inmóvil, mirando al tren y apoyada sobre una larga lanza.

“(...) su mundo era el mío desde hacía incontables milenios.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 300)

“(...) Cuando, estando en Athi Plains, en África Oriental, contemplé desde una pequeña colina aquellos rebaños de millares de venados pastando en silenciosa calma, como venían haciendo desde hace inconmensurables períodos de tiempo, tuve la sensación de ser el primer hombre, el primer ser que sabía que todo eso «es». Todo ese mundo que me rodeaba estaba aún en el silencio inicial y no sabía que era. Y justamente en ese momento en que yo sabía, había surgido el mundo y sin ese momento nunca hubiera existido. Toda la naturaleza busca esa finalidad y la encuentra, ya cumplida, en el hombre, y siempre sólo en el hombre más consciente. Cada paso pequeñísimo hacia delante sobre la senda que lleva a la consciencia crea mundo.” (Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, 91).

Uganda
En este viaje relata Jung la descripción del modo en que se manifestó un arquetipo, en este caso el de la Cuaternidad [8]:

“Recibí una carta del gobernador de Uganda en la que me rogaba que aceptáramos con nosotros a una inglesa que regresaba a Egipto a través del Sudán. Se sabía que nosotros teníamos el mismo plan de viaje y puesto que habíamos conocido a la dama en Nairobi, no había razón alguna para negarnos. Además nos sentíamos muy obligados al gobernador por su generosa ayuda. Menciono este episodio para mostrar por qué sutiles caminos nuestros actos estaban influidos por un arquetipo. Éramos tres hombres y ello era puramente casual. Yo había rogado a un tercer amigo que nos acompañara, pero circunstancias adversas le impidieron venir. Ello bastaba para configurar el inconsciente o el destino. Emergía como arquetipo de la tríada, que pide al cuarto, tal como ha ocurrido una y otra vez en la historia de este arquetipo. Puesto que estoy siempre predispuesto a aceptar lo casual que se me presenta, admití satisfecho a la dama en nuestro grupo de tres hombres. Era deportiva y valiente y se manifestó como compensación útil a nuestra exclusiva masculinidad. Cuando mi amigo más joven enfermó posteriormente de un peligroso ataque de malaria tropical nos sentimos agradecidos por su experiencia como enfermera, que había adquirido en la primera guerra mundial.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 306)

Sueños
Entre los porteadores, mayoritariamente somalíes y suajilis, no era así, dado que disponían y consultaban un "libro árabe de los sueños", remitiéndose ante la duda a Jung, debido al conocimiento que éste tenía del Corán. De ahí que le llamaran “el hombre del libro”.

Ritos y ceremonias
También efectuó sus intentos sobre lo numinoso: especialmente ritos y ceremonias, hallando un solo ejemplo en la expresión del funeral de una mujer.

Jung asoció el ceremonial con cierta alusión donde se decía que al amanecer, salían de la cabaña, escupían en sus manos y las volvían hacia el sol naciente, sin saber explicar por qué lo hacían. Practicaban el culto al sol “en su salida al amanecer”, sólo en dicho instante era Dios.

En dicha ofrenda ritual destacan tres aspectos:
  • Ofrenda al sol: su nacimiento es divino.
  • La saliva: es asociada al maná personal, fuerza curativa, mágica y vital.
  • Aliento: significa viento y espíritu.

Lo gestual conforma por tanto un sumatorio de significados arquetípicos que se pueden ensamblar y expresar a través de la siguiente frase: “Yo ofrezco a Dios mi alma viva”, alusión lingüística muy próxima a: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Se redescubre así una preexistencia arquetipal con independencia de tiempo y lugar, en este caso entre el cristianismo y el culto solar africano.

También rendían culto al “ayîk”, un “sheitan” o diablo terrenal, fundamento del miedo y del mal.

Finalmente, existía el convencimiento de que el Creador era un concepto integrado por el bien y el mal, era “m´zuri”, belleza implícita tanto en su ser como en su creación.

Es entonces cuando Jung comprendió que “m´zuri” se disociaba durante el día en una expresión de benevolencia, el “adhîsta”, el reinado solar, mientras que por la noche se manifestaba como “ayîk”, lo tenebroso, el reinado del mal.

Termina Jung con una última equiparación entre el día, la noche, y el amanecer del macrocosmos, con la primitiva noche psíquica de hace millones de años y el anhelo de luz como anhelo de la consciencia, a nivel del microcosmos.

India (1938)
Lo que más interesó a Jung en su viaje a la India fue el posicionamiento de dicha cultura frente al concepto del “mal”. Mientras que para la cultura occidental el objetivo es el bien, intentando desechar el mal o evitando estar a merced de él, para la India y diversas concepciones de oriente, la meta se hallaría en un estado más allá del bien y del mal, al cual se podría acceder vía meditación o yoga. El posicionamiento unilateral occidental donde el mal se halla subordinado al bien, o donde incluso quedaría definido como “ausencia de bien”, daría paso a una concepción donde ambos conceptos dejarían de tener entidad propia y pasarían a formar parte de una expresión dinámica y polarizada perteneciente a un “Todo” que los trasciende, superando dicha entidad todo intento de denominación conceptual. Así todo, y a efectos de poder ser aludido, se le ha nombrado como Nirvana, Tao, etc.

El fin último no sería por tanto de carácter moral, es decir, hacer el bien evitando el mal, cuanto estar al margen y alcanzar la liberación de los opuestos. Jung mosró su desacuerdo en la liberación como fin último y objetivo existencial. El bien y el mal perderían así su delimitación, ganando a lo sumo la posibilidad de ser definidos desde lo subjetivo, dando lugar a una concepción o bien carente de ética o tan saturada de subjetividad que la única vía de escape sería el Nirvana.

“Yo, por el contrario, quiero perseverar en la concepción viva de la naturaleza y de las imágenes psíquicas. No deseo ni liberarme de los hombres, ni de mí, ni de la naturaleza, pues todo ello constituye para mí prodigios indescriptibles. La naturaleza, el alma y la vida se me muestran como la divinidad manifestándose. ¿Qué otra cosa podría imaginarme? El supremo sentido del ser no puede consistir para mí sino en que “es” y no en que no es o deja de ser. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 325)

Por otra parte, negará Jung también una concepción de liberación “a cualquier precio”. La única liberación factible será aquella que presupone previamente una dedicación e implicación total, es imposible una liberación sin una experimentación o realización previas. Dicha ausencia de participación por dificultad, imposibilidad o denegación, censura una parte del alma e impide consecuentemente una liberación total.

“Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habrá dominado todavía. Las pasiones se encuentran entonces en la casa contigua y, sin que él lo advierta, puede surgir una llama y pasar a su propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o pospuesto vuelva con redoblada fuerza.” (Recuerdos, sueños, pensamientos, 325-326)

Jung llegará al convencimiento del Buda como unus mundus, el cual incluiría tanto el aspecto del ser en sí, como a su vez el de su ser conocido. La consciencia humana como categoría cosmogónica.

Jung llegó a establecer una comparativa entre Buda y Cristo. Como vencedores del mundo y encarnación del individuo, vislumbraría sin embargo las siguientes diferencias: (Recuerdos, sueños, pensamientos, 328-330)
  • · Si Buda es la comprensión racional, Cristo es víctima del destino.
  • · En el Budismo se ve y se hace; en el Cristianismo se padece más.
  • · Buda es el hombre más perfecto, es una personalidad histórica y más comprensible; Cristo es hombre histórico y Dios, y más incomprensible.
  • · Buda vivió con convicción; Cristo no se autocomprendió, hubo de sacrificarse por imperativo interior, y del destino.

Enmarcando la equiparación esta vez desde el sufrimiento, Jung llegará a realizar posteriormente las siguientes distinciones:
  • · Oposición del Buda al sufrimiento, pero también con ello a la alegría; denegación de emociones y sentimientos, no siendo considerado realmente humano. Para Cristo en cambio, existe un reconocimiento positivo en el sufrimiento, siendo más humano y real al presentarse como víctima.
  • · Evangélicamente Cristo es descrito como hombre-Dios, a pesar de no dejar de ser hombre; Buda en cambio se elevaría en vida por encima del ser humano.

Finalmente, se adentrará en la identidad del mensaje original, coincidente con su denominación del proceso de individuación, así como en la idéntica tergiversación posterior en el devenir de la evolución histórica dentro del Budismo y del Cristianismo.
  • · Buda aparece como “imago” del devenir, tomándose como modelo, siendo que su verdadero mensaje consistía en que todo ser humano podría alcanzar la Iluminación “superando previamente la cadena Nidâna”. Como consecuencia de la imitación del Buda se generó una debilidad de su pensamiento.
  • · Igualmente sucedería con Cristo, prototipo cristiano de la personalidad total. Sin embargo acontecerá la denominada «Imitatio Christi»: se sustituye el camino propio hacia la totalidad imitando el camino seguido por Cristo. Todo ello degenerará en una funesta inactividad.

Tras recuperarse de disentería tuvo un sueño compensatorio de carácter europeo centrado en la figura del Grial, en el cual halló, por un lado, la coincidencia existente entre el mito poético del Santo Grial, persistente aún en Inglaterra, y los conceptos alquímicos del “unum Vas”, “Una Medicina”, o el “Unus Lapis”. Por otro lado, constituía una advertencia de que su objetivo era Europa, la búsqueda de la “Copa Sagrada”, la “Piedra Filosofal”, el “Salvator Mundi”, significando la India una parada importante en su largo recorrido.

Rávena
Jung estuvo en Rávena en dos ocasiones: 1913, y unos veinte años después, quedando impresionado en sendas visitas por el monumento funerario de Gala Placidia. Después se trasladó junto a una amiga al Baptisterio ortodoxo, donde acontecería el célebre suceso de “la visión de los mosaicos”, alucinación compartida con su acompañante.

En una extraña atmósfera inundada por una leve luz azulada sin fuente, Jung vio cuatro mosaicos allí donde debía haber ventanas. Sus correspondientes motivos serían los siguientes:
  • · El mosaico norte: “el paso de los israelitas a través del mar Rojo”.
  • · El mosaico sur: “el bautismo en el Jordán”.
  • · El mosaico oriental: “el milagro que curó la lepra a Naaman en el Jordán”.
  • · El mosaico occidental: “Cristo alargando la mano a Pedro al hundirse”.

Fue éste último al que más importancia se le dio, y al que asociaron con el rito de iniciación del Bautismo, en el que se incluía el arquetipo de la muerte y resurrección.

Al abandonar la estancia, Jung se dirigió a Alinari para adquirir fotografías alusivas, siendo su esfuerzo en vano. Desde Zúrich haría el encargo a un conocido, que tampoco pudo hacer nada al verificar que dichos mosaicos no existían.

Jung observaría como explicación plausible los siguientes aspectos encadenados:
  • · Acontecimiento histórico de Gala Placidia, emperatriz fallecida en 450, que en un tempestuoso e invernal viaje en barco de Bizancio a Rávena prometería construir si se salvaba la que sería la Basílica de San Giovanni, decorada con mosaicos y destruida en un incendio a comienzos de la Edad Media.

· La emotividad suscitada en Jung por la figura de Gala, y la relación recíproca de ésta última con el arquetipo del Ánima, como causa de su objetivación.

· Visión como creación momentánea de lo inconsciente, relacionada con el arquetipo de iniciación.

Concluye Jung que desde entonces es consciente que algo interno puede ser representado externamente, y viceversa. Pero se hace una pregunta:

“¿Qué fue real en aquel instante?”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 338)

Carl Gustav Jung moriría el 6 de junio de 1961, tras una corta enfermedad, en su casa junto al lago de Zúrich, en el apacible poblado de Küsnacht, Suiza, a los 86 años de edad. Se encontraba leyendo una obra de Teilhard de Chardin. En el instante de su fallecimiento, un rayo partió el árbol donde solía descansar. El jardinero lo reparó.


[1] La transferencia es un concepto complejo del psicoanálisis que designa tres aspectos muy relacionados pero diferenciables:
- La función psíquica mediante la cual un sujeto transfiere inconscientemente y revive, en sus vínculos nuevos, sus antiguos sentimientos, afectos, expectativas o deseos infantiles reprimidos.
- Específicamente, la herramienta fundamental con la que cuenta el analista (S. Freud, 1915), condición necesaria, para poder conducir el tratamiento.
- La neurosis de transferencia, descrita por Freud como momento princeps del tratamiento, en la que todos los elementos de la neurosis son actuados en presencia del analista.
Se trata de afectos que habrán estado orientados originalmente hacia los padres, los hermanos u otras personas significativas en la infancia y que en la vida adulta mantienen su presencia y su efectividad psíquica, de modo que es posible transferirlos a escenarios actuales. Freud señala que este fenómeno ocurre de manera completamente espontánea en las relaciones entre seres humanos, pero cobran una relevancia especial en la relación terapéutica, convirtiéndose en su instrumento principal, para el cambio psíquico del analizante. Freud registró que sólo mediante la experiencia transferencial, en la actualidad del tratamiento, pueden ser vencidas las resistencias psíquicas del analizante, de manera de lograr que aquello reprimido o inconsciente, sea aceptado por el paciente, produciendo un cambio permanente en ese punto y su trama. En la técnica de tratamiento psicoanalítico la relación entre el psicoanalista y el analizado, por las particularidades del encuadre analítico, la transferencia y el análisis de la forma específica en que se presenta, ocupa, entonces, un lugar central para la cura.

[2] El mago es sinónimo del viejo sabio, que se remonta en línea directa a la figura del hechicero de la sociedad primitiva. Es, como el Ánima, un demon inmortal, que ilumina con la luz del sentido las caóticas oscuridades de la vida pura y simple. Es el iluminador, el preceptor y maestro, un psicopompo (conductor de almas), a cuya personificación no pudo escapar ni siquiera el «destructor de las tablas», Nietzsche, puesto que declaró portador y proclamador de su propia iluminación y éxtasis «dionisíacos» a su encarnación en Zaratustra, ese espíritu superior de una era casi homérica. Carl Gustav Jung. Obra completa. Volumen 9/I. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo)

[3] Precursor: En este caso Elías es un título que se da a aquel que es un precursor, como por ejemplo Juan el Bautista, quien fue enviado a preparar el camino para Jesus. Restaurador: También se aplica a personas por motivos de las misiones particulares que habrían de cumplir.

[4] Filemón y Baucis fue un matrimonio de la mitología griega, conocidos por ser los únicos que permitieron entrar a su casa a los dioses Zeus y Hermes disfrazados de mortales.

[5] Ka es la "fuerza vital", un componente del espíritu humano, una pizca del principio universal e inmortal de la vida, según la mitología egipcia.

[6] Según la tradición, Salomé, mujer de gran belleza, bailó para su padrastro, el cual, entusiasmado, se ofreció a concederle el premio que ella deseara. Pidió, siguiendo las instrucciones de su madre, la cabeza del Bautista, que le fue entregada "en bandeja de plata".

[7] A una inicial intranquilidad subjetiva –debido a su rompimiento con Freud) siguieron la manifestación preliminar por toda su casa de toda una serie de fenómenos parapsíquicos o paranormales presenciados por toda su familia, Las manifestaciones fueron las siguientes:
· Su hija mayor veía por la noche una figura blanca atravesando la habitación.
· A su otra hija la levantaron la manta de la cama en dos ocasiones por la noche.
· Su hijo de nueve años tuvo un sueño de carácter terrorífico al que llamó «el dibujo del pescador»: en él aparece representado como figura central un pescador que acababa de coger un pez del río. Frente a él se cierne, por un lado, la figura del diablo reclamando el robo de dicho pez, y por otro, un ángel defendiendo la inocencia del pescador.
· Sus dos hijas y Jung mismo percibieron el sonido de la campanilla de la puerta, pero al abrirla allí no había nadie.
La conclusión a la que llegará Jung es que la casa estaba repleta de espíritus, y ante la pregunta “Por el amor de Dios, ¿qué es esto?”, escucharía al unísono la siguiente respuesta: “Regresamos de Jerusalén, donde no hallamos lo que buscábamos”. (Recuerdos, sueños, pensamientos, 227 y 448.)
Es entonces cuando comenzaría a escribir el texto, resolviendo la situación de infestación a los tres días de haberlo finalizado.

[8] “La cuaternidad es un arquetipo que, por así decirlo, se presenta universalmente. Es la premisa lógica de todo juicio de totalidad. Si se quiere llegar a un juicio de este tipo, éste debe tener un aspecto cuádruple. Cuando, por ejemplo, se quiere caracterizar la totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales. Hay siempre cuatro elementos, cuatro cualidades primitivas, cuatro colores, cuatro castas en la India, cuatro caminos en el sentido de evolución espiritual en el budismo. Por ello también hay cuatro aspectos psicológicos de la orientación psíquica más allá de lo cual no puede ya decirse nada más fundamentalmente. Debemos tener, como orientación, una función que compruebe que hay algo (sensibilidad), una segunda que verifique qué es esto (pensamiento), una tercera función que diga si esto se adecúa o no, si se quiere admitir o no (sentimiento) y una cuarta que indique de dónde viene y adónde va (intuición). Más allá de ahí no se puede decir nada... La perfección ideal es lo redondo, el círculo (mandala), pero su escala mínima es la cuadratura”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.