I. Apuntes
introductorios
Como un nuevo Marco Polo vanguardista, el escritor
guatemalteco Miguel Ángel Asturias construye el tejido de su tela literaria
hecha de canto, mito y realidad. El cuco de los sueños [1],
solo, no podría hilvanar los cuentos. La prosa innovadora, auténtica y capaz de
abarcar los aspectos más diversos formadores de las sociedades latinoamericanas,
nos da el tono de sus leyendas. En este pequeño trabajo nos centramos en
dos textos: el primero y de análisis más extenso, es la sección introductoria titulada
“Guatemala”, de la obra Leyendas de Guatemala, de Asturias; y el segundo
la “Leyenda del Sombrerón”, una de las
leyendas más representativas según Selena Millares (2000, p.128) en el artículo “En el agua de los sueños: Las
Leyendas de Miguel Ángel Asturias”, y en la que religión y magia confluyen para
componer los hilos del discurso.
Si se quiere hablar de este gran maestro de las letras
hispanoamericanas es de fundamental importancia el estudio del sustrato
simbólico y mitológico que concurre para la estructuración de su recorrido
literario. Creemos que en toda la obra de Miguel Ángel Asturias elementos del
pasado histórico se entrecruzan con un presente poscolonial en el que es
posible, a través de la magia literaria, reactivar estructuras míticas, sin
anular los elementos da modernidad. Los
conceptos cronológicos de pasado y presente se diluyen en las narrativas en una
propuesta de construcción simbólica de la memoria.
II. Mito y vanguardia en “Guatemala”
En el texto introductorio de sus Leyendas, “Guatemala”,
Asturias construye un escenario en el que los mayores de su país, a las puertas
de sus tiendas, componen la imagen de una ciudad aparentemente muerta, una
suerte de Luvina [2].
Sin embargo, bajo la capa de apatía casi campesina, emerge en las líneas
siguientes una actividad latente, que mezcla mitos y creencias con una naciente
modernidad, en la que incluso la presencia de gitanos que traen novedades
inexplicables, contribuye a la escena, como otra Macondo [3]
centroamericana:
Sus dueños son viejos, tienen güegüecho, han visto espantos,
andarines y aparecidos, cuentan milagros y cierran la puerta cuando pasan los
húngaros: esos que roban niños, comen caballo, hablan con el diablo y huyen de
Dios. (ASTURIAS, 1968, p.21)
De acuerdo con Mircea Eliade (2006, p.13), en la obra El
mito del eterno retorno en las sociedades arcaicas, comprendiéndolas como
las sociedades premodernas o tradicionales, abarcando tanto el mundo que
habitualmente se denomina “primitivo” como las antiguas culturas da Asia,
Europa y América la constitución del “ser”, de la identidad de este “ser”, pasa
por el concepto de sagrado: “una piedra, entre tantas otras, llega a ser sagrada
– y, por tanto, se halla instantáneamente saturada de ser.” (ibidem,
p.13).
De esta forma, la construcción de una nueva imagen
literaria forjada por las vanguardias, que aparece también en la obra de
Asturias, se da a través de una reestructuración de elementos que abarcan no
solo el sagrado perdido, sino también los de una naciente
modernidad. Lo que ocurre es la “vuelta”
al mito, renovándolo, intentando encontrar su lugar en un “nuevo mundo”,
literalmente. La narrativa de Asturias, realiza esta construcción desde una
óptica innovadora, en la que el mito, como factor de inclusión, participa das transformaciones
de la modernidad. Según Selena Millares:
Ya desde los umbrales
de ese mundo de prodigios y bajo el lema de “Guatemala”, la prosa poética nos
invade con la mirada transcendente del visionario que deambula por espacios sin
leyes lógicas. […]. (MILLARES, 2000, p. 129)
Ese nuevo territorio nace en su texto a partir de una
mezcla que, inevitablemente, une dos mundos. Las ciudades poscoloniales son un
híbrido de América y Europa, conquistadores y conquistados, pero también y muchas
veces, de voces que resisten. Con imágenes tan profundas como la de una “calle
que se hunde como la hoja de una espada en el puño de la plaza” (ASTURIAS,
1968,p.22) el autor evoca tiempos pasados en un espacio físico presente, y lo
hace de forma a llamar todos los tiempos a convergir en este teatro de
historias y leyendas, como si los momentos históricos pudiesen simultanearse de
una mágica y anacrónica forma:
Como se cuenta en las
historias que ahora nadie cree - ni las abuelas ni los niños -, esta ciudad fue
construida sobre ciudades enterradas en el centro de América. Para unir las
piedras de sus muros la mezcla se amasó con leche. Para señalar su primera
huella se enterraron envoltorios de tres dieces de plumas y tres dieces de
cañutos de oro en polvo junto a la yerba-mala, atestigua un recio cronicón de
linajes; en un palo podrido, saben otros, o bien bajo rimeros de leña o en
la montaña de la que surgen fuentes. (idem, p.21)
La materia de las ciudades que Asturias nos presenta, y
que serán el escenario de sus leyendas en toda la obra, estas urbes mágicas y
complejas a la vez, están llenas de elementos míticos imprescindibles no solo a
su constitución, sino también a la compresión de nuestro propio ser
latinoamericano. Aún de acuerdo con Selena Millares:
Se desvelan así las presencias invisibles que rondan por
la ciudad dormida, y el autor se despoja de su voz para reconocer la anonimia
de esos cuentos que subyacen en el imaginario colectivo. La ciudad se hace
sonora como un mar abierto; el agua rumorosa será el canal de esa voz secreta
que se filtra a través de los tiempos
[…]. (MILLARES, op cit., p.129)
La ciudad como lugar y como símbolo se repite y se
transforma a lo largo del texto (inclasificable como muchas otras narrativas de
la vanguardia), y es una de las primeras imágenes de gran importancia que se
nos presenta. Las ciudades prehispánicas aparecen enterradas para que en su
lugar se yergan las nuevas urbes coloniales. Sin embargo, estas ciudades no
mueren, ya que respiran a través de mágicos portales naturales, como las raíces
de los árboles (símbolo del que trataremos más adelante). Aparentemente
olvidadas e desaparecidas, resurgen como espejos enterrados (FUENTES,
1990), necesarios para que el rostro del sujeto latinoamericano sea
dibujado:
Existe la creencia de que
los árboles respiran el aliento de las personas que habitan las ciudades
enterradas, y por eso, costumbre legendaria y familiar, a su sombra se
aconsejan los que tienen que resolver casos de conciencia, los enamorados
alivian su pena, se orientan los romeros perdidos del camino y reciben
inspiración los poetas. (ASTURIAS, op. cit., p. 21-22)
Nos acordamos de la frase de José Carlos Rovira (ROVIRA, 2005),
catedrático de literatura hispano-americana en la Universidad de Alicante, en su
libro Ciudad y literatura en América
Latina: “Algunas ciudades pasan a la condición literaria de interiores”. En
esta obra Rovira construye una fundamental historia de las ciudades en la
literatura, en un principio de forma general, y posteriormente centrándose en la
literatura latinoamericana. Según este autor,
a partir del Renacimiento, “la ciudad se convierte en una parte de la
reflexión y la plasmación del escritor y el artista. La ciudad genera el mismo
movimiento artístico y es precisamente ese momento histórico el que coincide a
fines del siglo XV con el descubrimiento y la conquista de América” (idem,
p.14). De esta manera, la formación de las ciudades después del descubrimiento
obedece al mismo concepto de invención
que se puede imprimir a la idea de América Latina [4], siendo la imagen de las
ciudades plasmada a través de los movimientos artísticos.
Así, el autor afirma que el centro evolutivo de la ciudad
europea se sustituye en la latinoamericana por una “ruptura de la ciudad
antigua, la prehispánica, y por una fundación de un espacio nuevo que
originalmente fue transposición de la configuración de Europa en el Nuevo
Mundo” (ROVIRA, 2005, p.13), siendo el espacio urbano americano un híbrido de
mito y modernidad.
Con las vanguardias del siglo XX ese proceso se vuelve
más complejo especialmente porque las corrientes estéticas tienen en la ciudad
su lugar privilegiado, como afirma Renato Cordeiro Gomes, profesor de la
PUC/RJ- Brasil, en el ensayo
“Cartografias urbanas: representações da cidade na literatura”:
Modernidade e experiência urbana formam um
binômio de dupla implicação. A cidade, assim, constitui uma questão fundamental
para os modernos; tornou-se uma paisagem inevitável, pólo de atração e de
repúdio, paradoxalmente uma utopia e um inferno. Foi traço forte na pauta das
vanguardas históricas do início do século XX, e continua, neste final de
século, a ser um problema, objeto do debate pós-moderno, num momento em que a
era das cidades ideais caiu por terra .A modernidade elegeu o futuro como tempo
privilegiado e identificou-se com a mudança, assimilando-a ao progresso. Nesta
ótica, a cidade - transitoriedade permanente (para usar o paradoxo proposto por
Carl Schorske) - foi pensada como lugar e objeto dessa mudança e seria
resultado de um ideal de perfeição e do desenvolvimento tecnológico. (GOMES, 2004,
p. 3)
El aspecto mágico, precolombino resiste porque forma
parte de una nueva urbe, lugares posibles que pueblan la mente de poetas y los
sueños de otros muchos no-poetas, como los que se hacen presentes en As
cidades invisíveis, de Ítalo Calvino
(2005), obra en la que el autor italiano reestructura el trayecto del
viaje que Marco Polo describió en El libro de las maravillas, con la
prosa poética que le caracteriza [5].
En Las ciudades invisibles se siguen, una tras
otra, las descripciones de las ciudades visitadas, no como un simple conjunto
de características, sino como una
reconstrucción, en la que la visión y todos los otros sentidos del
viajero confluyen para dar rostro a los territorios. Las urbes no están hechas
ni terminadas sin esta mirada. Necesitan, como las ciudades de Asturias, ser
inventadas, construidas a través de un discurso, transformadas por la palabra.
Citamos Calvino porque este sentido dado a la ciudad, de
que esta se forma también por el elemento que la observa y la vive, es el mismo
que que encontramos en nuestro viaje por “Guatemala”. La ciudad es el lugar que
guarda todas las leyendas, todos los mitos:
La tela delgadísima del
sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. Ronda por Casa-Mata la
Tatuana. El Sombrerón recorre los portales de un extremo a otro; salta, rueda,
es Satanás de hule. Y asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas
largas y hace nudos en las crines de los caballos. Empero, ni una pestaña se
mueve en el fondo de la ciudad dormida, ni nada pasa realmente en la carne de
las cosas sensibles. (ASTURIAS, 1968, p.22)
Se inaugura una nueva
concepción temporal, en la que pasado, presente y futuro ya no configuran
límites y fronteras, sino que forman parte de un mismo territorio simbólico,
que permite al sujeto encontrar orígenes y rescribir la Historia. Las ciudades
se superponen, porque la construcción del ser latinoamericano también está
formada de culturas, historias, pueblos y mitos superpuestos:
Es una ciudad formada de ciudades
enterradas, superpuestas, como los pisos de una casa de altos. Piso sobre piso.
Ciudad sobre ciudad. ¡Libro de estampas viejas, empastado en piedra con páginas
de oro de Indias, de pergaminos españoles y de papel republicano! ¡Cofre que
encierra las figuras heladas de una quimera muerta, el oro de las minas y el
tesoro de los cabellos blancos de la luna guardados en sortijas de plata! Dentro de
esta ciudad de altos se conservan intactas las ciudades antiguas. (ibidem p.22)
Como nos dice Ana Pizzarro (1993, p. 29): “la conquista y
la colonización significan el inicio de un orden cultural de tiempos
diferenciados. La construcción del imaginario y de la palabra que lo expresa se
manifestará en un proceso de tiempos superpuestos, aunque también secuenciales”. Y también según Carlos Fuentes:
La historia la hacemos nosotros, el
pasado es parte del presente y el pasado histórico se hace presente a través de
la cultura, demostrándonos la variedad de la creatividad humana, las ideas de
Vico unidas a las de Bajtín: la relación entre el ser propio y el ser ajeno, el
individuo y la sociedad, el pasado y el presente, lo contemporáneo y lo
histórico, lo acabado y lo inacabado, mediante una constante admisión de lo
plural y diverso en el lenguaje y en la vida. (FUENTES, 1997, p 16)
Una ciudad mágica tras otra,
se suceden en el texto, Palenque, Copán, Quiriguá, Utatlán, Cíbola, Antigua,
Xibalbá, Tuláin, Iximché, Atitlán. “¡Ciudades sonoras como mares abiertos!”,
“ciudades mitológicas, lejanas, arropadas en la niebla”, que resisten de mitos
y símbolos complejos.
Otra imagen de gran importancia y que se relaciona con la
de las ciudades es la del árbol. Ya en los primeros párrafos podemos leer
informaciones sobre el poder que los árboles ancestrales imprimen a las híbridas
urbes. Nos referimos nuevamente al párrafo ya citado que dice: “Existe la
creencia de que los árboles respiran el aliento de las personas que habitan las
ciudades enterradas…” .
El árbol es la casa del espíritu inmortal, y como tal
alberga la memoria histórica, la
herencia indígena, el ánimo transformador. Otro de los aspectos simbólicos de
esta imagen es el de templo, lugar sagrado, protección y complicidad. También
el árbol, como la casa, constituye un tipo de local privilegiado para que, bajo
sus hojas o a través de sus raíces, se den importantes hechos, porque actúa
como elemento mítico e instrumento de contacto entre dos o más mundos. En muchas culturas y sistemas mitológicos aparece como puente, unión entre
el tiempo divino el humano:
A árvore cósmica é muitas vezes representada sob a forma
de uma essência particularmente majestosa. Assim aparecem, nas crenças desses
povos, o carvalho celta, a tília germânica, o freixo escadinavo, a oliveira do
oriente islâmico, o lariço e a bétula siberianos, todas elas árvores notáveis
por suas dimensões, sua longevidade ou, como no caso da bétula, por sua
brancura luminosa. Incisões feitas no tronco desta última materializam as
etapas da ascensão xamânica. Deuses, espíritos e almas valem-se do caminho da
árvore do mundo para transitar entre o céu e a terra. (CHEVALIER, 2001, p.85)
En las mitologías nahua y maya, el árbol es uno de los
cuerpos que el alma puede tomar tras la muerte del cuerpo físico, siguiendo su
vida, dando aliento y conciencia al ser vegetal. Uno de los aspectos da
religión maya, según Thompson (1907,p.247-249) , es la posibilidad de que seres inanimados
puedan ser habitados por espíritus, permitiendo incluso que estos alcancen a
categoría de divinidad. De esta forma, el árbol en Asturias presenta rasgos
como el aliento, humano y el poder de la magia, divino:
Los árboles hechizan la ciudad entera. La tela
delgadísima del sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. […]
El aliento de los árboles
aleja las montañas, donde el camino ondula como hilo de humo. Oscurece,
sobrenadan naranjas, se percibe el menor eco, tan honda repercusión tiene en el
paisaje dormido una hoja que cae o un pájaro que canta, y despierta en el alma
el Cuco de los Sueños. […] (ASTURIAS, op. cit., p.22)
Como los árboles mágicos de otras sociedades, los de
“Guatemala” también se presentan como antiguos y fuertes, como el tiempo. La
posibilidad de renacimiento es uno de los atributos de los árboles, que, con su
verticalidad, por su crecimiento regenerativo constante, mueren y nacen
innumeras veces, permitiendo esta comunicación entre niveles cósmicos e
históricos:
A árvore põe igualmente em comunicação os três níveis do
cosmo: o subterrâneo, através de suas raízes sempre a explorar as profundezas
onde se enterram; a superfície da terra, através de seu tronco e de seus galhos
inferiores; as alturas, por meio de seus galhos superiores e de seu cimo,
atraídos pela luz do céu.(...) ela estabelece assim uma relação entre o mundo
ctoniano e o uraniano. CHEVALIER (op cit., p.84)
El árbol, al unir las ciudades enterradas y las ciudades
españolas, construidas en la superficie, realiza la magia que permite la
interpenetración de elementos de dos tiempos históricos distintos, culturas y
pueblos: “La memoria gana la escalera que conduce a las ciudades españolas.” (ASTURIAS,
op. cit., p. 24). La relación con el mundo ya no es horizontal, sino en
espiral, una espiral de tiempos superpuestos, que se acerca al propio universo
maya, de tiempos cíclicos, que “prueban” su existencia dándonos la posibilidad
de experimentarlo.
II- Un sombrero de placer y pecado
En la revista literaria electrónica “Leyendas de
Guatemala” [6]
encontramos una versión de la “Leyenda del Sombrerón”, popular cuento que
puebla, como tantos otros, el imaginario de los pueblos centroamericanos. En
dicha versión el sombrerón, una especie de demonio cantante llamado
Tzípe o Tzipitío, aparece ya realizando su actividad preferida: encantar a
jóvenes y bellas doncellas. Antes de la presentación de la leyenda en si misma,
la revista nos da algunas explicaciones sobre el mito:
[…]
El sombrerón enamora a las mujeres bellas y de pelo largo, cantándoles
canciones románticas con una guitarrita de plata (en otros casos, con una
guitarra de cajeta como la de las ferias patronales), hechizándolas y
haciéndolas agonizar. […] Con una personalidad y aspecto únicos, el sombrerón
es conocido como tal casi en toda Latinoamérica. En general, su apariencia es
tosca, su estatura muy pequeña, anda vestido de negro, con un enorme sombrero
negro que le cubre casi todo el cuerpo. […] Aunque en algunos pueblos posee
algunas variaciones, por ejemplo, en San Pedro Pinula, Jalapa, donde se le
conoce con el nombre de Zisimite o Sisimit, que además del enorme sombrero, tiene
los pies al revés (los dedos viendo hacia atrás) para que todo aquel que
intente seguir sus huellas, se pierda inevitablemente. Se alimenta de ceniza y
sus vestiduras son más de duende que de el clásico sombrerón negro que todos
conocemos. […] ( ibidem) [7]
Esta y otras
leyendas fueron retomadas por Asturias en su obra, dotándolas, sin embargo, de
un tono literario y bastante más complejo. La del sombrerón recibe
tintes diferentes de la popular, una vez que en la leyenda presentada por la
revista no se explica de dónde y cómo surge el mito, y es exactamente a esta
labor que se dedica Asturias, contándonos su génesis.
Con fórmulas que
nos recuerdan cuentos infantiles y la literatura oral (“En aquel apartado
rincón del mundo”, “Y era de ver y era de oír”), el sombrerón nace,
aparentemente, a partir de una pequeña pelota, que siendo el juguete preferido de un niño del
pueblo, cae accidentalmente dentro de un curioso convento. El lugar se describe
con lujos de detalles y entrelineas. El autor ya nos anuncia que el escenario
de todo el relato es también, como las ciudades de su introducción, híbrido y
ambiguo. Convento o monasterio en el que conviven arte, religión, filosofía y
locura:
Entre los unos, sabios y filósofos, y
los otros, artistas y locos, había uno a quien llamaban a secas el Monje, por
su celo religioso y santo temor de Dios y porque se negaba a tomar parte en las
discusiones de aquéllos en los pasatiempos de éstos, juzgándoles a todos
víctimas del demonio. (ASTURIAS, 1968, p.43)
El Monje,
que “no se metía en discusiones”, tendrá su placidez trastornada y deshecha,
porque los dos principios que alberga – cordura y locura – serán puesta a
prueba. Atormentado por los miedos al
demonio, es él el elegido como vehículo para que venga al mundo uno de esos
diablos. El extremo celo por las cosas
de la religión es el terreno fértil de su antítesis. Juegos vanguardistas se
mezclan en el relato. Asturias construye de forma sutil, casi dulce, una serie
de críticas, sociales y especialmente a la manera católica de tratar a las
creencias autóctonas. Según Selena Millares:
[…]
la leyenda del Sombrerón vuelve a cuestionar la condena cristiana de las
religiones indígenas, aunque de modo más sesgado, para relatarnos la historia
de un monje de pureza intachable que un día descubre una pelotita de hule –
evocadora del juego de pelota maya, de connotaciones sagradas – y se ve
invadido de alegría, seducido por su desnudez redonda, trasunto de la manzana
de Eva […] (SELENA, op. cit.,p. 130)
La pelota,
representando todo un conjunto de elementos que va desde el mito bíblico de la
manzana que trae el pecado, hasta lo lúdico de la religión maya en su juego de
pelota, se configura en un manojo de tabúes que, por prohibidos, atraen e
incitan a la trasgresión.
Sin embargo, todo
el infierno vivido por el monje lo crea él mismo, al imprimir al objeto el peso
de las imágenes. El ejercicio de resignificación es el verdadero instrumento
del pecado. El poder de lo imaginativo, lo simbólico, se vuelve en contra del monje una vez que se
hace mayor que todo el poder de sus creencias católicas.
Se establecen
estrategias de antítesis entre diversos elementos del texto, unos bajo el signo
de la alegría y el placer y otros de la religión (católica) y el pecado:
Alegría / Placer – libertad, pelota, niño, desnudez, infierno.
Religión /pecado – miedo, corrección, prisión, aislamiento, celda, cielo.
Dos elementos se
confunden no sólo en la mente del monje sino en el propio texto literario, ya
que el infierno tanto representa lo negativo como la delicia de entregarse al
pecado. La pelotita salva pero también condena. El placer se produce a través
del contacto físico con el sencillo objeto. La locura que se ofrecía al inicio
de la leyenda, como formadora del convento, aparece como tónica del monje, que
se debate en contradicciones y dudas. El elemento “loco”, tan propio de la
vanguardia, seria el único que le salvaría de la difícil elección.
Al final del texto,
la pelota vuelve al niño y al mundo, pero se opera una metamorfosis, no sólo en
el objeto, sino en el que fue tocado por él. El monje está contaminado por la
endemoniada alegría de la bola que se transforma en un enorme sombrerón. Vemos
actuar una de las más vanguardistas entre las características de las leyendas:
lo sobrenatural se “explica”, a través de formas también sobrenaturales.
III- Ideas para una conclusión
Son varios y muchos los símbolos con los que Asturias hila
sus textos. Aquí solo tratamos algunos de ellos. Otra imagen importante que
nos gustaría comentar en este trabajo es el del “cuco de los sueños”. Este
elemento es el que establece el eje de toda la narrativa/ensayo/cuento, a lo
largo de la introducción y de cada leyenda, de manera implícita. Un pájaro que
va, con su canto y su vuelo, del inicio al fin del relato uniendo cada parte de
la historia de esta “Guatemala”, para crear un complejo tapiz, donde los hilos
van más allá del texto escrito.
Los pájaros son eternos símbolos de los mensajeros que
unen cielo y tierra, en este caso, también las ciudades de arriba con las de
abajo. En realidad las que están más cerca de la esencia, son las enterradas.
El cuco, pájaro nocturno, se acerca al sueño naturalmente, y Asturias le dota
de un epíteto (de los sueños) que no deja dudas. Esta proximidad al
sueño y a lo subterráneo imprime a todo el texto un ritmo casi sonámbulo, en el
que el cuco surge continuamente, en una frase-mantra: “El cuco de los sueños va
hilando los cuentos”.
No solo los fragmentos aquí comentados, sino todos los
cuentos o leyendas de la obra los tejen el cuco, en la mágica red de realidad y
maravilla que salta de las páginas de Asturias. Con la materia que siempre se
ha compuesto la literatura y la vida, la de los sueños y de la memoria.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS:
ASTURIAS, Miguel Ángel. Obras Completas.
Tomo I. Madrid: Aguilar, 1968
CALVINO, Ítalo. Cidades invisíveis. Trad. Diogo
Mainard. São Paulo: Companhia das Letras, 1990
CHEVALIER, Jean & GHERBRANT,
Alain. Dicionário de símbolos. Rio de Janeiro: José Olimpio, 2001
ELIADE, Mircea. Mito
e realidade. São Paulo: Perspectiva, 2000
_____________.
El
mito del eterno retorno. Madrid:
Alianza/ Emecé, 2006
FUENTES,
Carlos. Tiempos y espacios. Madrid: FCE, 1998
_______________.
El
espejo enterrado. México: FCE, 1990
GOMES, Renato Cordeiro. “Cartografias urbanas:
representações da cidade na literatura”. Revista Semear 1, PUC-RIO, 2004
In:http://www.letras.pucrio.br/catedra/revista/1Sem_12.html Acceso en: 03/04/2007
MILLARES MARTÍN, Selena. “En el agua
de los sueños: las leyendas de Miguel Ángel Asturias” in: Rondas a las letras de
Hispanoamérica. Madrid: Edinumen, 2000
O’GORMAN,
Edmundo. La invención de América. México: FCE, 1984.
ROVIRA, José Carlos. Ciudad
y literatura en América Latina. Madrid: Síntesis, 2005
THOMPSON,
J. Eric S. Historia y religión de los mayas. Madrid: Siglo veintiuno,
1987
Revista
electrónica “Leyendas de Guatemala”: www.lasleyendasdeguate.bolhost.com/
[1] personaje creado por Asturias en la introducción de las Leyendas
de Guatemala.
[2] Luvina, ciudad de muertos, creada por Juan Rulfo, y que da nombre a uno de
sus más emblemáticos cuentos.
[3] Ciudad mítica creada por Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.
[4] el concepto de “invención de América” se
desarrolla ampliamente por Edmundo O´Gorman en La invención de América (1984).
[5] Por este motivo hemos dicho en nuestra introducción que la pluma de
Asturias se semeja en “Guatemala” a la de un Marco Polo vanguardista.
[6] http://www.lasleyendasdeguate.bolhost.com/
[7] Curiosamente, nos
acordamos de que también en Brasil (bastante lejos geográficamente de los
pueblos de Centroamérica), existe el mito de un duende que vive en las selvas,
lleva un sombrero y tiene los pies al revés, confundiendo los que le persiguen.
El nombre en este caso es distinto, Curupira, y el pequeño demonio acecha no
solo a las doncellas, sino a todo ser humano que se acerque a sus dominios
salvajes.
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