lunes, 15 de agosto de 2011

MIGUEL ANGEL ASTURIAS: "LEYENDAS DE GUATEMALA"



LIBROS - LEYENDAS DE GUATEMALA (3ª ED)


I. Apuntes introductorios

Como un nuevo Marco Polo vanguardista, el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias construye el tejido de su tela literaria hecha de canto, mito y realidad. El cuco de los sueños [1], solo, no podría hilvanar los cuentos. La prosa innovadora, auténtica y capaz de abarcar los aspectos más diversos formadores de las sociedades latinoamericanas, nos da el tono de sus leyendas. En este pequeño trabajo nos centramos en dos textos: el primero y de análisis más extenso, es la sección introductoria titulada “Guatemala”, de la obra Leyendas de Guatemala, de Asturias; y el segundo la “Leyenda del Sombrerón”,  una de las leyendas más representativas según Selena Millares (2000, p.128)  en el artículo “En el agua de los sueños: Las Leyendas de Miguel Ángel Asturias”, y en la que religión y magia confluyen para componer los hilos del discurso.
Si se quiere hablar de este gran maestro de las letras hispanoamericanas es de fundamental importancia el estudio del sustrato simbólico y mitológico que concurre para la estructuración de su recorrido literario. Creemos que en toda la obra de Miguel Ángel Asturias elementos del pasado histórico se entrecruzan con un presente poscolonial en el que es posible, a través de la magia literaria, reactivar estructuras míticas, sin anular los elementos da modernidad.  Los conceptos cronológicos de pasado y presente se diluyen en las narrativas en una propuesta de construcción simbólica de la memoria.


II. Mito y vanguardia en “Guatemala”
En el texto introductorio de sus Leyendas, “Guatemala”, Asturias construye un escenario en el que los mayores de su país, a las puertas de sus tiendas, componen la imagen de una ciudad aparentemente muerta, una suerte de Luvina [2]. Sin embargo, bajo la capa de apatía casi campesina, emerge en las líneas siguientes una actividad latente, que mezcla mitos y creencias con una naciente modernidad, en la que incluso la presencia de gitanos que traen novedades inexplicables, contribuye a la escena, como otra Macondo [3] centroamericana:

Sus dueños son viejos, tienen güegüecho, han visto espantos, andarines y aparecidos, cuentan milagros y cierran la puerta cuando pasan los húngaros: esos que roban niños, comen caballo, hablan con el diablo y huyen de Dios. (ASTURIAS, 1968, p.21)

De acuerdo con Mircea Eliade (2006, p.13), en la obra El mito del eterno retorno en las sociedades arcaicas, comprendiéndolas como las sociedades premodernas o tradicionales, abarcando tanto el mundo que habitualmente se denomina “primitivo” como las antiguas culturas da Asia, Europa y América la constitución del “ser”, de la identidad de este “ser”, pasa por el concepto de sagrado: “una piedra, entre tantas otras, llega a ser sagrada – y, por tanto, se halla instantáneamente saturada de ser.” (ibidem, p.13).
De esta forma, la construcción de una nueva imagen literaria forjada por las vanguardias, que aparece también en la obra de Asturias, se da a través de una reestructuración de elementos que abarcan no solo el sagrado perdido, sino también los de una naciente modernidad.  Lo que ocurre es la “vuelta” al mito, renovándolo, intentando encontrar su lugar en un “nuevo mundo”, literalmente. La narrativa de Asturias, realiza esta construcción desde una óptica innovadora, en la que el mito, como factor de inclusión, participa das transformaciones de la modernidad. Según Selena Millares:

Ya desde los umbrales de ese mundo de prodigios y bajo el lema de “Guatemala”, la prosa poética nos invade con la mirada transcendente del visionario que deambula por espacios sin leyes lógicas. […]. (MILLARES, 2000, p. 129)


Ese nuevo territorio nace en su texto a partir de una mezcla que, inevitablemente, une dos mundos. Las ciudades poscoloniales son un híbrido de América y Europa, conquistadores y conquistados, pero también y muchas veces, de voces que resisten. Con imágenes tan profundas como la de una “calle que se hunde como la hoja de una espada en el puño de la plaza” (ASTURIAS, 1968,p.22) el autor evoca tiempos pasados en un espacio físico presente, y lo hace de forma a llamar todos los tiempos a convergir en este teatro de historias y leyendas, como si los momentos históricos pudiesen simultanearse de una mágica y anacrónica forma:
Como se cuenta en las historias que ahora nadie cree - ni las abuelas ni los niños -, esta ciudad fue construida sobre ciudades enterradas en el centro de América. Para unir las piedras de sus muros la mezcla se amasó con leche. Para señalar su primera huella se enterraron envoltorios de tres dieces de plumas y tres dieces de cañutos de oro en polvo junto a la yerba-mala, atestigua un recio cronicón de linajes; en un palo podrido, saben otros, o bien bajo rimeros de leña o en la montaña de la que surgen fuentes. (idem, p.21)

La materia de las ciudades que Asturias nos presenta, y que serán el escenario de sus leyendas en toda la obra, estas urbes mágicas y complejas a la vez, están llenas de elementos míticos imprescindibles no solo a su constitución, sino también a la compresión de nuestro propio ser latinoamericano. Aún de acuerdo con Selena Millares:

Se desvelan así las presencias invisibles que rondan por la ciudad dormida, y el autor se despoja de su voz para reconocer la anonimia de esos cuentos que subyacen en el imaginario colectivo. La ciudad se hace sonora como un mar abierto; el agua rumorosa será el canal de esa voz secreta que se filtra a través de los tiempos  […]. (MILLARES, op cit., p.129)

La ciudad como lugar y como símbolo se repite y se transforma a lo largo del texto (inclasificable como muchas otras narrativas de la vanguardia), y es una de las primeras imágenes de gran importancia que se nos presenta. Las ciudades prehispánicas aparecen enterradas para que en su lugar se yergan las nuevas urbes coloniales. Sin embargo, estas ciudades no mueren, ya que respiran a través de mágicos portales naturales, como las raíces de los árboles (símbolo del que trataremos más adelante). Aparentemente olvidadas e desaparecidas, resurgen como espejos enterrados (FUENTES, 1990), necesarios para que el rostro del sujeto latinoamericano sea dibujado:

Existe la creencia de que los árboles respiran el aliento de las personas que habitan las ciudades enterradas, y por eso, costumbre legendaria y familiar, a su sombra se aconsejan los que tienen que resolver casos de conciencia, los enamorados alivian su pena, se orientan los romeros perdidos del camino y reciben inspiración los poetas. (ASTURIAS, op. cit., p. 21-22)

Nos acordamos de la frase de José Carlos Rovira (ROVIRA, 2005), catedrático de literatura hispano-americana en la Universidad de Alicante, en su libro Ciudad y literatura en América Latina: “Algunas ciudades pasan a la condición literaria de interiores”. En esta obra Rovira construye una fundamental historia de las ciudades en la literatura, en un principio de forma general, y posteriormente centrándose en la literatura latinoamericana. Según este autor,  a partir del Renacimiento, “la ciudad se convierte en una parte de la reflexión y la plasmación del escritor y el artista. La ciudad genera el mismo movimiento artístico y es precisamente ese momento histórico el que coincide a fines del siglo XV con el descubrimiento y la conquista de América” (idem, p.14). De esta manera, la formación de las ciudades después del descubrimiento obedece al mismo concepto de invención que se puede imprimir a la idea de América Latina [4], siendo la imagen de las ciudades plasmada a través de los movimientos artísticos.
Así, el autor afirma que el centro evolutivo de la ciudad europea se sustituye en la latinoamericana por una “ruptura de la ciudad antigua, la prehispánica, y por una fundación de un espacio nuevo que originalmente fue transposición de la configuración de Europa en el Nuevo Mundo” (ROVIRA, 2005, p.13), siendo el espacio urbano americano un híbrido de mito y modernidad.
Con las vanguardias del siglo XX ese proceso se vuelve más complejo especialmente porque las corrientes estéticas tienen en la ciudad su lugar privilegiado, como afirma Renato Cordeiro Gomes, profesor de la PUC/RJ- Brasil,  en el ensayo “Cartografias urbanas: representações da cidade na literatura”:

Modernidade e experiência urbana formam um binômio de dupla implicação. A cidade, assim, constitui uma questão fundamental para os modernos; tornou-se uma paisagem inevitável, pólo de atração e de repúdio, paradoxalmente uma utopia e um inferno. Foi traço forte na pauta das vanguardas históricas do início do século XX, e continua, neste final de século, a ser um problema, objeto do debate pós-moderno, num momento em que a era das cidades ideais caiu por terra .A modernidade elegeu o futuro como tempo privilegiado e identificou-se com a mudança, assimilando-a ao progresso. Nesta ótica, a cidade - transitoriedade permanente (para usar o paradoxo proposto por Carl Schorske) - foi pensada como lugar e objeto dessa mudança e seria resultado de um ideal de perfeição e do desenvolvimento tecnológico. (GOMES, 2004, p. 3)

El aspecto mágico, precolombino resiste porque forma parte de una nueva urbe, lugares posibles que pueblan la mente de poetas y los sueños de otros muchos no-poetas, como los que se hacen presentes en As cidades invisíveis, de Ítalo Calvino  (2005), obra en la que el autor italiano reestructura el trayecto del viaje que Marco Polo describió en El libro de las maravillas, con la prosa poética que le caracteriza [5].
En Las ciudades invisibles se siguen, una tras otra, las descripciones de las ciudades visitadas, no como un simple conjunto de características, sino como una  reconstrucción, en la que la visión y todos los otros sentidos del viajero confluyen para dar rostro a los territorios. Las urbes no están hechas ni terminadas sin esta mirada. Necesitan, como las ciudades de Asturias, ser inventadas, construidas a través de un discurso,  transformadas por la palabra.
Citamos Calvino porque este sentido dado a la ciudad, de que esta se forma también por el elemento que la observa y la vive, es el mismo que que encontramos en nuestro viaje por “Guatemala”. La ciudad es el lugar que guarda todas las leyendas, todos los mitos:

La tela delgadísima del sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. Ronda por Casa-Mata la Tatuana. El Sombrerón recorre los portales de un extremo a otro; salta, rueda, es Satanás de hule. Y asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas largas y hace nudos en las crines de los caballos. Empero, ni una pestaña se mueve en el fondo de la ciudad dormida, ni nada pasa realmente en la carne de las cosas sensibles. (ASTURIAS, 1968, p.22)

Se inaugura una nueva concepción temporal, en la que pasado, presente y futuro ya no configuran límites y fronteras, sino que forman parte de un mismo territorio simbólico, que permite al sujeto encontrar orígenes y rescribir la Historia. Las ciudades se superponen, porque la construcción del ser latinoamericano también está formada de culturas, historias, pueblos y mitos superpuestos:

Es una ciudad formada de ciudades enterradas, superpuestas, como los pisos de una casa de altos. Piso sobre piso. Ciudad sobre ciudad. ¡Libro de estampas viejas, empastado en piedra con páginas de oro de Indias, de pergaminos españoles y de papel republicano! ¡Cofre que encierra las figuras heladas de una quimera muerta, el oro de las minas y el tesoro de los cabellos blancos de la luna guardados en sortijas de plata! Dentro de esta ciudad de altos se conservan intactas las ciudades antiguas.   (ibidem p.22)

Como nos dice Ana Pizzarro (1993, p. 29): “la conquista y la colonización significan el inicio de un orden cultural de tiempos diferenciados. La construcción del imaginario y de la palabra que lo expresa se manifestará en un proceso de tiempos superpuestos, aunque  también secuenciales”.  Y también según Carlos Fuentes: 

La historia la hacemos nosotros, el pasado es parte del presente y el pasado histórico se hace presente a través de la cultura, demostrándonos la variedad de la creatividad humana, las ideas de Vico unidas a las de Bajtín: la relación entre el ser propio y el ser ajeno, el individuo y la sociedad, el pasado y el presente, lo contemporáneo y lo histórico, lo acabado y lo inacabado, mediante una constante admisión de lo plural y diverso en el lenguaje y en la vida. (FUENTES, 1997, p 16)

Una ciudad mágica tras otra, se suceden en el texto, Palenque, Copán, Quiriguá, Utatlán, Cíbola, Antigua, Xibalbá, Tuláin, Iximché, Atitlán. “¡Ciudades sonoras como mares abiertos!”, “ciudades mitológicas, lejanas, arropadas en la niebla”, que resisten de mitos y símbolos complejos.
Otra imagen de gran importancia y que se relaciona con la de las ciudades es la del árbol. Ya en los primeros párrafos podemos leer informaciones sobre el poder que los árboles ancestrales imprimen a las híbridas urbes. Nos referimos nuevamente al párrafo ya citado que dice: “Existe la creencia de que los árboles respiran el aliento de las personas que habitan las ciudades enterradas…” .
El árbol es la casa del espíritu inmortal, y como tal alberga la memoria  histórica, la herencia indígena, el ánimo transformador. Otro de los aspectos simbólicos de esta imagen es el de templo, lugar sagrado, protección y complicidad. También el árbol, como la casa, constituye un tipo de local privilegiado para que, bajo sus hojas o a través de sus raíces, se den importantes hechos, porque actúa como elemento mítico e instrumento de contacto entre dos o más mundos.  En muchas culturas y sistemas  mitológicos aparece como puente, unión entre el  tiempo divino el humano:

A árvore cósmica é muitas vezes representada sob a forma de uma essência particularmente majestosa. Assim aparecem, nas crenças desses povos, o carvalho celta, a tília germânica, o freixo escadinavo, a oliveira do oriente islâmico, o lariço e a bétula siberianos, todas elas árvores notáveis por suas dimensões, sua longevidade ou, como no caso da bétula, por sua brancura luminosa. Incisões feitas no tronco desta última materializam as etapas da ascensão xamânica. Deuses, espíritos e almas valem-se do caminho da árvore do mundo para transitar entre o céu e a terra. (CHEVALIER, 2001, p.85)

En las mitologías nahua y maya, el árbol es uno de los cuerpos que el alma puede tomar tras la muerte del cuerpo físico, siguiendo su vida, dando aliento y conciencia al ser vegetal. Uno de los aspectos da religión maya, según Thompson (1907,p.247-249) ,  es la posibilidad de que seres inanimados puedan ser habitados por espíritus, permitiendo incluso que estos alcancen a categoría de divinidad. De esta forma, el árbol en Asturias presenta rasgos como el aliento, humano y el poder de la magia, divino:

Los árboles hechizan la ciudad entera. La tela delgadísima del sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. […]

El aliento de los árboles aleja las montañas, donde el camino ondula como hilo de humo. Oscurece, sobrenadan naranjas, se percibe el menor eco, tan honda repercusión tiene en el paisaje dormido una hoja que cae o un pájaro que canta, y despierta en el alma el Cuco de los Sueños. […] (ASTURIAS, op. cit., p.22)

Como los árboles mágicos de otras sociedades, los de “Guatemala” también se presentan como antiguos y fuertes, como el tiempo. La posibilidad de renacimiento es uno de los atributos de los árboles, que, con su verticalidad, por su crecimiento regenerativo constante, mueren y nacen innumeras veces, permitiendo esta comunicación entre niveles cósmicos e históricos:

A árvore põe igualmente em comunicação os três níveis do cosmo: o subterrâneo, através de suas raízes sempre a explorar as profundezas onde se enterram; a superfície da terra, através de seu tronco e de seus galhos inferiores; as alturas, por meio de seus galhos superiores e de seu cimo, atraídos pela luz do céu.(...) ela estabelece assim uma relação entre o mundo ctoniano e o uraniano. CHEVALIER (op cit., p.84)

El árbol, al unir las ciudades enterradas y las ciudades españolas, construidas en la superficie, realiza la magia que permite la interpenetración de elementos de dos tiempos históricos distintos, culturas y pueblos: “La memoria gana la escalera que conduce a las ciudades españolas.” (ASTURIAS, op. cit., p. 24). La relación con el mundo ya no es horizontal, sino en espiral, una espiral de tiempos superpuestos, que se acerca al propio universo maya, de tiempos cíclicos, que “prueban” su existencia dándonos la posibilidad de experimentarlo.

II- Un sombrero de placer y pecado
En la revista literaria electrónica “Leyendas de Guatemala” [6] encontramos una versión de la “Leyenda del Sombrerón”, popular cuento que puebla, como tantos otros, el imaginario de los pueblos centroamericanos. En dicha versión el sombrerón, una especie de demonio cantante llamado Tzípe o Tzipitío, aparece ya realizando su actividad preferida: encantar a jóvenes y bellas doncellas. Antes de la presentación de la leyenda en si misma, la revista nos da algunas explicaciones sobre el mito:

[…] El sombrerón enamora a las mujeres bellas y de pelo largo, cantándoles canciones románticas con una guitarrita de plata (en otros casos, con una guitarra de cajeta como la de las ferias patronales), hechizándolas y haciéndolas agonizar. […] Con una personalidad y aspecto únicos, el sombrerón es conocido como tal casi en toda Latinoamérica. En general, su apariencia es tosca, su estatura muy pequeña, anda vestido de negro, con un enorme sombrero negro que le cubre casi todo el cuerpo. […] Aunque en algunos pueblos posee algunas variaciones, por ejemplo, en San Pedro Pinula, Jalapa, donde se le conoce con el nombre de Zisimite o Sisimit, que además del enorme sombrero, tiene los pies al revés (los dedos viendo hacia atrás) para que todo aquel que intente seguir sus huellas, se pierda inevitablemente. Se alimenta de ceniza y sus vestiduras son más de duende que de el clásico sombrerón negro que todos conocemos. […] ( ibidem) [7]

Esta y otras leyendas fueron retomadas por Asturias en su obra, dotándolas, sin embargo, de un tono literario y bastante más complejo. La del sombrerón recibe tintes diferentes de la popular, una vez que en la leyenda presentada por la revista no se explica de dónde y cómo surge el mito, y es exactamente a esta labor que se dedica Asturias, contándonos su génesis.
Con fórmulas que nos recuerdan cuentos infantiles y la literatura oral (“En aquel apartado rincón del mundo”, “Y era de ver y era de oír”), el sombrerón nace, aparentemente, a partir de una pequeña pelota, que  siendo el juguete preferido de un niño del pueblo, cae accidentalmente dentro de un curioso convento. El lugar se describe con lujos de detalles y entrelineas. El autor ya nos anuncia que el escenario de todo el relato es también, como las ciudades de su introducción, híbrido y ambiguo. Convento o monasterio en el que conviven arte, religión, filosofía y locura:

Entre los unos, sabios y filósofos, y los otros, artistas y locos, había uno a quien llamaban a secas el Monje, por su celo religioso y santo temor de Dios y porque se negaba a tomar parte en las discusiones de aquéllos en los pasatiempos de éstos, juzgándoles a todos víctimas del demonio. (ASTURIAS, 1968, p.43)

El Monje, que “no se metía en discusiones”, tendrá su placidez trastornada y deshecha, porque los dos principios que alberga – cordura y locura – serán puesta a prueba.  Atormentado por los miedos al demonio, es él el elegido como vehículo para que venga al mundo uno de esos diablos.  El extremo celo por las cosas de la religión es el terreno fértil de su antítesis. Juegos vanguardistas se mezclan en el relato. Asturias construye de forma sutil, casi dulce, una serie de críticas, sociales y especialmente a la manera católica de tratar a las creencias autóctonas. Según Selena Millares:

[…] la leyenda del Sombrerón vuelve a cuestionar la condena cristiana de las religiones indígenas, aunque de modo más sesgado, para relatarnos la historia de un monje de pureza intachable que un día descubre una pelotita de hule – evocadora del juego de pelota maya, de connotaciones sagradas – y se ve invadido de alegría, seducido por su desnudez redonda, trasunto de la manzana de Eva […] (SELENA, op. cit.,p. 130)

La pelota, representando todo un conjunto de elementos que va desde el mito bíblico de la manzana que trae el pecado, hasta lo lúdico de la religión maya en su juego de pelota, se configura en un manojo de tabúes que, por prohibidos, atraen e incitan a la trasgresión.
Sin embargo, todo el infierno vivido por el monje lo crea él mismo, al imprimir al objeto el peso de las imágenes. El ejercicio de resignificación es el verdadero instrumento del pecado. El poder de lo imaginativo, lo simbólico,  se vuelve en contra del monje una vez que se hace mayor que todo el poder de sus creencias católicas.
Se establecen estrategias de antítesis entre diversos elementos del texto, unos bajo el signo de la alegría y el placer y otros de la religión (católica) y el pecado:

Alegría / Placer – libertad, pelota, niño, desnudez, infierno.
Religión /pecado – miedo, corrección, prisión, aislamiento, celda, cielo.

Dos elementos se confunden no sólo en la mente del monje sino en el propio texto literario, ya que el infierno tanto representa lo negativo como la delicia de entregarse al pecado. La pelotita salva pero también condena. El placer se produce a través del contacto físico con el sencillo objeto. La locura que se ofrecía al inicio de la leyenda, como formadora del convento, aparece como tónica del monje, que se debate en contradicciones y dudas. El elemento “loco”, tan propio de la vanguardia, seria el único que le salvaría de la difícil elección.
Al final del texto, la pelota vuelve al niño y al mundo, pero se opera una metamorfosis, no sólo en el objeto, sino en el que fue tocado por él. El monje está contaminado por la endemoniada alegría de la bola que se transforma en un enorme sombrerón. Vemos actuar una de las más vanguardistas entre las características de las leyendas: lo sobrenatural se “explica”, a través de  formas también sobrenaturales.

III- Ideas para una conclusión
Son varios y muchos los símbolos con los que Asturias hila sus textos. Aquí solo tratamos algunos de ellos. Otra imagen importante que nos gustaría comentar en este trabajo es el del “cuco de los sueños”. Este elemento es el que establece el eje de toda la narrativa/ensayo/cuento, a lo largo de la introducción y de cada leyenda, de manera implícita. Un pájaro que va, con su canto y su vuelo, del inicio al fin del relato uniendo cada parte de la historia de esta “Guatemala”, para crear un complejo tapiz, donde los hilos van más allá del texto escrito.
Los pájaros son eternos símbolos de los mensajeros que unen cielo y tierra, en este caso, también las ciudades de arriba con las de abajo. En realidad las que están más cerca de la esencia, son las enterradas. El cuco, pájaro nocturno, se acerca al sueño naturalmente, y Asturias le dota de un epíteto (de los sueños) que no deja dudas. Esta proximidad al sueño y a lo subterráneo imprime a todo el texto un ritmo casi sonámbulo, en el que el cuco surge continuamente, en una frase-mantra: “El cuco de los sueños va hilando los cuentos”.
No solo los fragmentos aquí comentados, sino todos los cuentos o leyendas de la obra los tejen el cuco, en la mágica red de realidad y maravilla que salta de las páginas de Asturias. Con la materia que siempre se ha compuesto la literatura y la vida, la de los sueños y de la memoria.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

ASTURIAS, Miguel Ángel. Obras Completas. Tomo I. Madrid: Aguilar, 1968
CALVINO, Ítalo. Cidades invisíveis. Trad. Diogo Mainard. São Paulo: Companhia das Letras, 1990
CHEVALIER, Jean & GHERBRANT, Alain. Dicionário de símbolos. Rio de Janeiro: José Olimpio, 2001
ELIADE, Mircea. Mito e realidade. São Paulo: Perspectiva, 2000
_____________. El mito del eterno retorno. Madrid: Alianza/ Emecé, 2006
FUENTES, Carlos. Tiempos y espacios. Madrid: FCE, 1998
_______________. El espejo enterrado. México: FCE, 1990
GOMES, Renato Cordeiro. “Cartografias urbanas: representações da cidade na literatura”. Revista Semear 1, PUC-RIO, 2004
In:http://www.letras.pucrio.br/catedra/revista/1Sem_12.html Acceso en: 03/04/2007
MILLARES MARTÍN, Selena. “En el agua de los sueños: las leyendas de Miguel Ángel Asturias” in: Rondas a las letras de Hispanoamérica. Madrid: Edinumen, 2000
O’GORMAN, Edmundo. La invención de América. México: FCE, 1984.
ROVIRA, José Carlos. Ciudad y literatura en América Latina. Madrid: Síntesis,   2005
THOMPSON, J. Eric S. Historia y religión de los mayas. Madrid: Siglo veintiuno, 1987
Revista electrónica “Leyendas de Guatemala”: www.lasleyendasdeguate.bolhost.com/


[1] personaje creado por Asturias en la introducción de las Leyendas de Guatemala.
[2] Luvina, ciudad de muertos, creada por Juan Rulfo, y que da nombre a uno de sus más emblemáticos cuentos.
[3] Ciudad mítica creada por Gabriel García Márquez en Cien años de soledad.
[4] el concepto de “invención de América” se desarrolla ampliamente por Edmundo O´Gorman en La invención de América (1984).
[5] Por este motivo hemos dicho en nuestra introducción que la pluma de Asturias se semeja en “Guatemala” a la de un Marco Polo vanguardista.
[6] http://www.lasleyendasdeguate.bolhost.com/
[7] Curiosamente, nos acordamos de que también en Brasil (bastante lejos geográficamente de los pueblos de Centroamérica), existe el mito de un duende que vive en las selvas, lleva un sombrero y tiene los pies al revés, confundiendo los que le persiguen. El nombre en este caso es distinto, Curupira, y el pequeño demonio acecha no solo a las doncellas, sino a todo ser humano que se acerque a sus dominios salvajes.

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